La pandemia nos brindó la opción de saber que podemos educar a nuestros hijos en casa

Publicado el at 7:35 am
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Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”

Si nos hubieran dicho que deberíamos quedarnos encerrados por dos meses en la casa con nuestros hijos, se nos habría venido el mundo abajo. ¡Impensable!

Cuando llega marzo, una de las alegrías de los papás es que los hijos vuelven a clases, ordenando todos los horarios y rutinas de la casa.

Desde hace unos años se hacen muchos esfuerzos porque los padres estén más presentes en la educación de sus hijos. No se trata de pagar la mensualidad y dejarlos en el establecimiento para que los profesores hagan su trabajo.

Hoy en día, después que ya sabemos lo que fue tener a los niños obligadamente en casa, los papás han recurrido a muchas formas para enseñarles, dando muestras de su imaginación, capacidad y cariño por ellos. La mayor parte comprobó, en plena pandemia, que no era tan terrible pasar todo el día con ellos, que no era complicado acompañarlos en sus tareas, que podían asistir a sus clases on line, que, en fin, podían asistirlos en sus trabajos escolares. Sabemos que no son todas las casas iguales y que hay muchos hogares que no tienen los medios para poder entregar esta ayuda.

Todas las reformas educacionales tienen como idea principal poder hacer que los contenidos, es decir, lo que aprenden los niños, les sean útil para la vida. No más lecciones sobre lo que nunca verán.

Los sociólogos han descubierto que el 80% de lo que un niño sabe y le interesa, lo vio en la tele, lo escuchó entre sus amigos y lo recogió en la calle o en la casa, y que apenas el 20% lo recibió en la sala de clases. Esas cifras son las que se quieren cambiar y esas son las que nos muestran que ahora que sabemos lo que fue tenerlos en casa, es mucho lo que podemos hacer.

¿Qué hacemos nosotros para ayudarlos en su educación? Hay muchas alternativas, pero quisiera compartir algunas, pensando que pueden ser útiles en muchas casas.

Aunque parezca cruel, educamos los hijos para que se vayan de la casa, especialmente para que cuando se vayan se puedan defender en la vida. O mejor, la puedan gozar. Por eso que resultan sabias las palabras de la educadora Montessori, cuando dice que la mejor forma de educar se resume en que los estudiantes nos pidan: “Ayúdame a hacerlo por mí mismo”, es decir, guiarlos hasta que lo hagan ellos con sus propias fuerzas y capacidades.

Hay aspectos agregados que tienen mucho valor. Por ejemplo, la alimentación. Un niño mal alimentado es un niño que no podrá rendir en forma normal. Que se alimenten bien es fundamental para aprender bien.

En la casa hay que tratar de hacerle un espacio para que estudie, que tenga su ambiente y su mesa de trabajo, porque así se acostumbrará y podrá lograr disciplina, concentración y orden. Ese espacio ojalá tenga luz natural, que se encuentre frente a una ventana, porque lo estarán ayudando a mantener por largos años una mejor vista.

Si es posible, ir formando una biblioteca en la casa. Tener diccionarios o enciclopedias, computadores o teléfonos que le ayuden a trabajar por su cuenta, que le permitan armarse de textos importantes. Los libros serán siempre una fuente fundamental en el saber humano. Un niño capaz de buscar en un libro, en un diccionario o en Internet, es un niño que después será capaz de buscar en la vida.

Y por supuesto: entregar valores para vida, tarea en que los padres son irremplazables.

La pandemia nos enseñó a tener tiempo para estar en familia, para conversar con ellos, para escucharlos y para que nos escuchen.

No se pierda formar parte de la educación de su hijo: los profesores son sus mejores aliados, pero no podrán hacer lo que solamente el papá o la mamá pueden entregar.

 

 

 

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