“La mujer es todo”, me decía con cariño mi mamá.
Es una frase que siempre ha rondado mi vida. La mujer es todo para que podamos nacer, es todo para que podamos crecer, es todo para que podamos amar y ser parejas, es todo para que tengamos hijos, es todo para que seamos padres, es todo para que salgamos a trabajar contentos, es todo para vivir los buenos momentos y para soportar los malos, es todo para compartir el envejecimiento, es todo para que seamos felices.
Poco haríamos sin las mujeres, que han marcado nuestra vida, que han dejado huellas en nuestro corazón y que han dado alegría a nuestros días.
Bien por esta celebración del Día de la Mamá, que permite que hagamos públicos sentimientos y pensamientos sobre ese ser maravilloso que nos dio la vida.
La mamá es la representación viva de la mujer.
Lo razonable sobre las mujeres es asumir que nunca terminaremos de conocerlas, porque siempre guardan algo más que, a veces nos sorprende y otras nos admira. Ello las pone entretenidas, porque es posible seguir avanzando con ellas en una relación que nunca termina de ser un poco nueva y un poco vieja.
Miramos y entendemos a las mujeres según haya sido la lección de mamá, por eso creemos que no hay mujeres difíciles, hay mujeres mal trabajadas, poco comprendidas como para que ingresemos a su mundo y lo hagamos nuestro. Siempre podremos asomarnos al alma de la gente que queremos si sabemos estar atentos a lo que dicen y sienten, atentos a lo que esperan de la vida y del amor, a lo que requieren para sus seres queridos.
Es posible que muchas o muchos se crean una unidad ellos solos, egoístas y soberbios, pero cuando aprenden que son una parte del otro, todo cambia para bien”.
Lo mejor de todo son las diferencias, por eso me cuesta tanto entender a ese cada vez más amplio grupo de mujeres que lucha por la igualdad de los sexos. Lo más profundo y rico de la relación con las mujeres siempre se expresa en las diferencias que tenemos, en su modo particular de entender las cosas (es que por eso son minas, dice la gente) y en la forma de su cuerpo, en la manera como entiende ponerse ropa, en el modo en que se adorna, se encrema, se pinta, se perfuma, se peina, camina y mira.
Las diferencias son las que nos permiten hacer un todo. Para que el día pueda ser y tenga sentido, necesitamos de la noche, sino sería todo igual. No se entiende el valor de la risa sin haber conocido el llanto. Todos son complementos, mitades que forman un todo. Igual nos pasa con las mujeres, nuestras otras mitades. Es posible que muchas o muchos se crean una unidad ellos solos, egoístas y soberbios, pero cuando aprenden que son una parte del otro, todo cambia para bien.
A muchas parejas les falta el pegamento para unir las mitades, pero eso es cosa de trabajarlo, hay mil formas de ir pegando nuestra mitad con la de ellas hasta lograr una unidad, hasta alcanzar la fuerza de equipo, indispensable para vivir la vida con más intensidad, para pasarlo mejor, para hacer más grande lo bueno y más pequeño lo malo.
El pegamento tiene como ingredientes fundamentales amor y tiempo, lo demás sale solo. Sin pegamento las partes se separan, se desentienden, se quedan solas, asumiendo el peor mal de nuestros tiempos: la oscura soledad.
Creo que en este Día de la Mamá todo lo que hay que hacer es sacar del corazón nuestra pasión por ellas: madres, hermanas, mujeres, hijas, nietas.
¡Pasión por ellas!, eso es lo que me enseñó también mi mamá