Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”
Desde la fundación de “El Observador”, me impuse la tarea de mostrar la historia local de cada una de las ciudades de nuestra zona de cobertura. Fuimos recogiendo testimonios de gente mayor, de personalidades destacadas, personas o instituciones que hicieran beneficencia, logros deportivos de clubes, historias de lugares, casas o familias. Muchas veces la muerte de una persona nos permitió contar una larga historia familiar.
Y así, fuimos escribiendo páginas de historia local, más allá de los reportajes que publicamos en las ediciones aniversario de cada ciudad o en la edición especial de aniversario de “El Observador”.
Estamos muy contentos del resultado. Nuestras publicaciones se estudian en los colegios y son la base de muchos trabajos que realizan los alumnos, pero también del conocimiento del público general, que al leer lo que pasó en su ciudad, comprende mejor el lugar en que vive, entiende la forma y la razón en que fueron sucediendo los hechos.
La difusión de la historia local es la mejor forma para lograr que los habitantes de una ciudad quieran más el lugar en que viven. Todo cambia cuando uno quiere su ciudad, porque uno la cuida, la defiende, la ayuda y, sobre todo, participa en su destino.
Sin duda que lo más complejo hoy es que los vecinos participen, que se interesen por lo que está pasando en la ciudad en que viven, trabajan y aman, donde han comprado sus casas, donde estudian sus hijos y donde están sus familias y sus amigos. Hay una apatía galopante que hace que familias completas no se interesen en nada comunitario, practicando el cada vez más amplio individualismo.
En las últimas elecciones comunales, de alcalde y concejales, no supimos que en ninguna ciudad se hiciera un foro ciudadano para debatir sobre el presente y futuro de la comuna. Ni siquiera una tan importante elección como esa movilizó a los vecinos. Es una señal que deberíamos advertir, porque ha ido creciendo un descuido por los intereses de nuestra comuna, que deberían ser también los nuestros.
Pero más allá de esas reflexiones y cuestionamientos por la baja o nula participación, en esta edición llevamos el suplemento aniversario de Quillota, que está celebrando sus 307 años desde que fuera fundada como Villa de San Martín de la Concha. Claro que la historia comenzó mucho antes, con los indios picunches y los changos, que despertaron estas soledades. Siguió con la progresista llegada de los incas, que le agregaron a nuestra agricultura canales de regadío y una nueva cerámica. Finalmente, los españoles, desde Gonzalo Calvo de Barrientos, el primero en ingresar y que ayudó a Diego de Almagro en su primera y dura travesía. Con los siglos los españoles fueron consolidando un reino, hasta llegar a la República, después de las guerras de la independencia. Seguimos con la Guerra del Pacífico y la Revolución Civil de 1891, que fueron dos sucesos que conmovieron la comuna. Después vino el siglo XX con su lento, pero seguro desarrollo.
He trabajado por años la historia de Quillota, lo que me ha permitido proponerme un plan para publicar 8 tomos de 400 páginas cada uno, en una obra que he denominado “Historia General de Quillota”.
Espero poder entregar antes de 2027 este esfuerzo historiográfico, que marcará un hito en las historias locales publicadas en Chile.