LA CALERA.- Ana terminó de realizar sus trámites en el centro de La Calera y luego caminó hasta el lugar donde había dejado estacionada su moderna camioneta. Se subió a ella y la echó a andar lentamente, avanzando en dirección al inicio de Avenida Latorre, específicamente por el lado oriente de dicha arteria.
Eran las dos de la tarde del miércoles y las calles de la ciudad estaban abarrotadas de gente. Y cuando esperaba su turno de salida hacia la ruta, un hombre de mediana estatura y que no vestía mal le hizo un gesto indicando el suelo, por el lado derecho de su vehículo.
“Se agachó y, en unos segundos, se levantó mostrándome un jockey que, por lo que creí, había levantado del piso de la calle. El hombre gritó algo como ‘¡Aire, aire!’ pero apenas lo escuché. Logré salir a la calle, que ahora tiene un sentido contrario, y me devolví por Iriarte para retomar hacia Avenida Latorre”, relató Ana.
SE SALVÓ DEL ROBO
Luego de este episodio, y mientras ella manejaba su camioneta hacia el final de la avenida donde se debía encontrar con su hija, vio a través de los espejos que un auto negro iba tras de ella. No le llamó mayormente la atención y siguió adelante. Pero de pronto comenzó a sentir que la camioneta no funcionaba bien.
“Lo que me empezó a asustar fue que uno de los hombres en el automóvil negro, que iba detrás mío, me gritaba que me detuviera y me mostraba con su mano la parte derecha de mi camioneta. Me asusté mucho con los gritos y los gestos, pero decidí no detenerme y seguir hasta el lugar donde estaba mi hija”.
Cuando Ana llegó a su destino, al final de Avenida Latorre, se dio cuenta que estaba en peligro. Se estacionó y cerró las puertas y ventanas de la camioneta. Los tres hombres que venían en el automóvil negro también bajaron. “Dos se ubicaron uno a cada lado del vehículo y un tercero atrás. Me ofrecieron ayuda”, aseguró.
Ana bajó de su vehículo y entró al de su hija. Desesperada, le pidió que llamara a su padre. De reojo, vio el neumático de la camioneta desinflado, por el mismo lugar donde se había agachado -en busca de un gorro- un hombre desconocido en el estacionamiento del centro de La Calera.
Al ver que la hija de Ana llamaba por teléfono, los tres hombres subieron rápidamente a su móvil y huyeron hacia el camino de Las Cabritas.
Seguramente, pensaron que la hija de la potencial víctima que habían seguido llamaba a la policía. Luego, Ana y su hija fueron a ver el neumático de la camioneta.
En la rueda derecha había incrustado un elemento punzante que, lentamente, había quitado el aire. Cuando su esposo llegó recién Ana se sintió tranquila. Un vecino del lugar vio todo lo ocurrido y una persona que trabaja en una vulcanización les dijo que no era la primera vez que ocurría algo así. Por ahora, no se tienen pistas de esta banda, mientras la víctima estampó el viernes una denuncia ante Carabineros.