Pidió su libertad con una declaración donde se desdecía de lo dicho hace casi dos años
LA CALERA.- Han pasado casi veintidós meses desde el parricidio que se le imputa a Roxana Pérez Zamorano quien, durante todo este tiempo, ha estado tras las rejas. Pero como suele suceder en muchos casos de este tipo, que incluso causan conmoción a nivel nacional, lo ocurrido ha ido entrando en el olvido.
Sin embargo, el proceso que la justicia lleva en su contra ha tenido una serie de capítulos que deberán terminar con un juicio. Todo parte cuando, tal como contó tiempo atrás “El Observador”, en 2016 tres niños fueron entregados a sus abuelos ya que sus padres tenían problemas con las drogas.
Parecía ser una buena medida para los pequeños de trece, siete y cinco años, quienes dejarían la tutela del Sename y, por fin, tendrían una familia. Vivirían en uno de los departamentos del segundo piso de la Villa José Miguel de La Calera aunque no todo fue como se esperaba, ya que el niño mayor escapó y se fue a vivir con una tía.
Su hermanita estudiaba en un Jardín Infantil y Jashim Melelet Guerra Pérez, el niño de siete años, era alumno de segundo básico del Colegio “Becarb II”. Aparentemente los dos niños no tenían muchos problemas y los vecinos decían verlos bien, aunque a veces con lesiones en su rostro.
LA MUERTE DEL NIÑO
Tal como se dio a conocer meses atrás en la formalización de cargos, a eso de las seis de la tarde del miércoles 18 de abril de 2018 Roxana Pérez comenzó a retar a su nieto porque no quería comerse la cena. Le gritó y lo tironeó de sus ropas. El niño, asustado, vomitó y su abuela lo hizo comer su propio vómito.
El niño lloró, con miedo y sintiéndose humillado. La abuela, después de darse cabezazos contra una muralla, tomó un escobillón y comenzó a golpearlo. El mango metálico se rompió en el cuerpo del niño.
Luego, sin poder contener la ira, la abuela tomó un mate de madera y lo arrojó a la cabeza del menor, quien cayó malherido al suelo. La mujer, pese a las súplicas de su nieto, siguió pegándole con pies y puños.
Cuando el abuelo llegó a casa se dio cuenta que el niño tenía el pelo tieso. Era la sangre de la cabeza de Jashim, que se coagulaba en sus cabellos. Pero el pequeño, con miedo, no dijo nada.
El hombre le preguntó a su pareja qué había pasado y ella sólo dio: “Lo castigué”. El jueves, el pequeño Jashim no fue a su colegio ya que se sentía muy mal. Durante la madrugada del viernes había empeorado. Vomitaba sangre oscura y la abuela le dio una agüita de manzanilla, en un escaso acto de amor.
El abuelo decidió llevarlo al Hospital de La Calera pero a las ocho de la mañana el niño había muerto. Las investigaciones determinaron que fue la golpiza que le dio la abuela la razón de la muerte del pequeño Jashim.
“ÉL LO MATÓ”
El jueves recién pasado, Roxana Pérez volvió al Tribunal de Garantía. Quería que le quitaran la prisión preventiva, pues en una nueva declaración acusaba a su pareja (abuelastro del pequeño) de la muerte del niño.
“Me pidió perdón por lo que había hecho y que me había acusado a mí porque antes él había tenido una sentencia que lo había tenido varios años preso. Ahora sería peor y quizás él no saldría nunca de la cárcel”.
La declaración era mayor y culpaba, con poca credibilidad, a su pareja de la muerte de Jashim. Además repetía que el niño se había caído de una camioneta. Los tipos de golpes desmintieron, hace tiempo, esa versión.
Además, el único que trató de salvar al niño fue su abuelo. Roxana Pérez quería a toda costa su libertad. El fiscal se opuso terminantemente y argumentó que los elementos que hasta el momento existen la inculpan claramente a ella. La magistrada tampoco tomó muy en cuenta su nueva declaración.
La jueza determinó que Roxana Pérez debía seguir en prisión preventiva hasta que se completen algunos antecedentes científicos y procesales. Seguramente, la abuela imputada del brutal crimen estará detrás de las rejas hasta el Juicio Oral, que determinará finalmente su responsabilidad en los hechos.
Roxana Pérez, ahora más delgada, se levantó de su silla del Tribunal, la misma de hace casi dos años, y volvió al calabozo en silencio, pero con gruesas lágrimas en los ojos.