Por Germán Ibarra Morán
Embajador de Chile en retiro
OPINIÓN.- El 8 de septiembre de 2023, se cumplen 501 años del regreso a Sevilla, España, vía Sanlúcar de Barrameda, el 6 del mismo mes, de la nao Victoria, única y maltrecha sobreviviente de la expedición más audaz de la humanidad, como la denomina Stefan Zweig.
Todo comenzó cuando el 20 de septiembre de 1519 una flotilla al mando de Hernando de Magallanes zarpó de Sanlúcar de Barrameda con el propósito de encontrar el paso desde el Atlántico hacia el Mar del Sur (hoy Pacífico), según lo sugerían los informes y la cartografía de la época. Eran 265 hombres a bordo de 5 naves guiadas por la Trinidad, la capitana. La escoltaban, la Concepción, la Santiago, la San Antonio y la Victoria.
Tras una breve recalada en Tenerife a fines de septiembre de 1519, para abastecer las naos de agua y las últimas vituallas necesarias para emprender tamaña aventura, el 10 de enero de 1520, la flota arribó a la desembocadura del Río de la Plata, muy lejos ya de la tierra patria. Magallanes ordenó la exploración estuario arriba, en dirección oeste, con la esperanza de encontrar el codiciado paso al Mar del Sur. Ocupó 15 días en dicha infructuosa maniobra. Decidió, entonces, proseguir hacia el sur, por aguas hasta ahora nunca antes cursadas por hombre alguno.
El 31 de marzo la flotilla se acercó esperanzada a una nueva ensenada: San Julián (hoy Provincia de Santa Cruz, Argentina), donde Magallanes decidió echar anclas e invernar en esa costa desierta por casi 5 meses y donde, como resultado de una feroz tormenta, debió lamentar el hundimiento de la Santiago el 22 de mayo. Después, el 24 de agosto de 1520 resolvió continuar su exploración más al sur. Al cabo de dos días llegaron a la desembocadura del río Santa Cruz, donde nuevamente Magallanes decidió efectuar una espera de 2 meses, sin saber que a sólo dos días de navegación se encontraba la boca oriental del Estrecho que hoy lleva su nombre.
El 18 de octubre, entonces, zarpan nuevamente con rumbo sur, y al tercer día –el 21- avistan por primera vez el cabo Vírgenes. Cuando los cuatro navíos restantes se adentraron en el Estrecho hacia el sur, el entorno cautivó a los diestros navegantes; no habían visto seña alguna de seres humanos desde San Julián, pero durante la noche vieron fuegos en tierra a babor, lo que les hizo suponer que aquellos parajes estaban habitados. Magallanes les denominó Tierra del Fuego. Si hubiesen navegado más al sur bordeando la costa oriental de la isla (hoy Argentina), como en su momento insistió la tripulación, la expedición habría fracasado y todos habrían perecido antes de llegar al Cabo de Hornos.
Finalmente, tras explorar y navegar el Estrecho, sin estar exenta de dificultades la iniciativa, dado que la San Antonio al mando de Esteban Gómez decidió misteriosamente desertar en esas circunstancias y regresar a España, el 28 de noviembre los tres buques restantes en la travesía saludaron con una merecida salva de cañonazos al abierto e inmenso mar, a la cuadra del hoy faro Evangelistas, en el Pacífico, como, entonces, llamó a este Océano el almirante.
Después de una extenuante, interminable y desesperanzadora travesía por el océano, el 6 de marzo de 1521, Magallanes y sus hombres avistan por error las Filipinas, ya que pensaba que llegaba a las Molucas. El 7 de abril, una recuperada flotilla llega a la isla Cebú; y el 27 de abril de 1521, tras un confuso incidente diplomático, Hernando de Magallanes muere absurdamente a manos de los nativos comandados por Silapulapu el Grande, en la isla Mactan. Este incidente obliga a los marinos a hundir voluntariamente la Concepción, por la sencilla razón de que se quedaron sin la suficiente tripulación para gobernarla.
Tras la muerte de Magallanes, sobrevino un periodo de indecisiones, confusión y falta de liderazgo en lo que quedaba de la flotilla. Su sucesor, Juan Carvahlo, no estaba a su altura y muchas veces recurrió a la piratería mientras navegaba erráticamente por la zona durante más de medio año. Así las cosas, Carvahlo es depuesto y el mando de la Trinidad lo asume Gómez de Espinoza, y el de la Victoria, Juan Sebastián de Elcano. Con ello, el 8 de noviembre de 1521 llegan ambas naves a Tidore, en las Molucas, el sueño de Magallanes, donde al poco tiempo, por fallas en su casco que le impiden la navegación, la Trinidad debe permanecer en las islas. No queda más que la Victoria, que, honrando su nombre, emprende la travesía de regreso a Sevilla el 25 de enero de 1522.
El viaje desde Timor a Cabo Verde, bordeando el Cabo de Buena Esperanza, en África, cuando la Victoria a muy mal traer llega el 9 de julio de 1522, es un resumen de todas las calamidades que acechaban la navegación en esos tiempos: de los 65 hombres que zarpan de Timor, sólo quedan 31. Es más, la Victoria retorna solitaria a Sanlúcar de Barrameda el 6 de septiembre de 1522, con apenas 18 hombres en total, de los 265 originales y dejando atrás los otros 4 buques que componían la Armada inicial del almirante Hernando de Magallanes.
Cuando Magallanes preparó el viaje no sabía cuánto iba a durar: podían ser meses o años. Por tanto, tomó precauciones que no obstante ser generosas en provisiones, a la postre resultaron exiguas debido a los imponderables de siempre, los accidentes y los descuidos. Tocino salado, legumbres varias, anchoas, galletas marineras, cebollas y ajos, barriles de anchoas, pasas y almendras; azúcar, aceite y vinagre; y hasta siete vacas en pie –que durarían bastante poco- para abastecerlos de leche primero y luego de carne, componían entre otras muchas vituallas, el sustento de los 265 tripulantes, que se acopiaba repartido en las cinco embarcaciones.
Con todo, fueron casi 3 años de penosa y terrible navegación en la cual no estuvieron ausentes el escorbuto y la disentería, la hambruna y la falta de agua, los motines, las traiciones y los descuartizamientos como castigo (como en San Julián); la frustración, y las conspiraciones y deserciones. Pero, gracias a su inmutable perseverancia, Magallanes cumplió la razón de ser de su empresa, descubriendo el paso del Atlántico al Pacífico y, con ello, de resultas, su sueño de circunnavegar la Tierra.
La ruta que siguió este periplo en procura de lo anterior cubrió enormes distancias, tocó puertos o fondeaderos por resguardo o exploración; visitó lejanos e inexplorados lugares, los bautizó –como la Patagonia- y los conquistó para la Corona española. En definitiva, y aunque la muerte lo sorprendió a mitad de camino, su hazaña, única, cerró para siempre la discusión sobre la circunferencia de la Tierra y cambió la concepción de la geografía en adelante.
En este apartado, cabe traer a la memoria que en esa época, pleno siglo XVI, la navegación se hacía por medio de instrumentos previos al sextante -que recién apareció en el siglo XVIII-, como la aguja náutica y el astrolabio, que observaban la posición del sol y de las estrellas para guiarse en lo desconocido. Asimismo, no había manera disponible de preservar los alimentos, a excepción de la sal (no existía la refrigeración ni la generación de energía eléctrica); el agua se mantenía fresca en la medida de lo posible, y su abastecimiento dependía de la lluvia o de la recalada en ensenadas seguras, con lo cual la deshidratación de los tripulantes era un verdadero drama. Además, la higiene abordo dejaba mucho que desear, de allí que las enfermedades podían diezmar fácilmente a la tripulación. Si a ello se suma el factor desconocido por entonces de las inclemencias meteorológicas a las que se podía ver expuesta la tripulación, como el calor y humedad tropicales, o el frío extremo del austro, un periplo de dicha envergadura y con los propósitos ya expuestos convierten a este viaje de casi tres años en una ordalía de magnitudes sin precedentes.
Esta reseña histórica espera brindar una visión general de la hazaña de nivel mundial de Magallanes, única en su especie en la exploración del mundo. Pero, además, conlleva la importancia que tiene para Chile, y en particular para la Región de Magallanes y Antártica Chilena, del descubrimiento del Estrecho aquel 21 de octubre de 1520; la anhelada conexión de los océanos, el único propósito que movía al navegante para demostrar que era posible circunnavegar la Tierra, tal como lo habían intentado antes Colón, Vespucio, Pinzón y tantos otros. Sin Estrecho no habría habido ruta ni circunnavegación posible.
El Estrecho de Magallanes se extiende por 330mn (611km) desde Punta Dúngenes (Cabo Vírgenes) hasta los Islotes Evangelistas. Todo su recorrido lo hace por territorio de Chile, íntegramente dentro de su jurisdicción. Con la única excepción de Punta Arenas y Porvenir, toda su costa en ambas riberas está deshabitada. Además, todas las islas al sur del Estrecho forman parte del Parque Nacional Alberto de Agostini (14.600km2).
El descubrimiento del Estrecho por obra de Hernando de Magallanes nos induce a tomar conciencia de la real importancia histórica, geográfica, cartográfica y marítima del evento por si mismo, además de implicar el descubrimiento de Chile por nuestra zona austral 16 años antes de la expedición de Diego de Almagro.
Puede que hoy en día nos resulte muy difícil aquilatar el verdadero significado y la trascendencia histórica de la aventura de Magallanes y sus hombres, así como entender a cabalidad el sentido de las penurias y tribulaciones que estuvo dispuesto a enfrentar para alcanzar su cometido, debido a que vivimos confortablemente en un mundo determinado por la tecnología de las comunicaciones contenidas en un celular, aparato desde el cual se puede acceder de inmediato a toda la información necesaria, como el GPS, por ejemplo. Esperamos que no hayan transcurrido en vano 500 años de tan magnífica hazaña.