Estaba sólo en el mar practicando este deporte, el cual había aprendido hace tres semanas
PUCHUNCAVÍ.- Hace solo tres semanas Cristian Arredondo Valencia, un hombre de 33 años proveniente de El Rungue, comenzó a practicar kayakismo, para lo cual arrendaba estas pequeñas embarcaciones a Arthur, un haitiano que le cobraba tres mil pesos, en la playa El Farito de Maitencillo.
El pasado miércoles, Cristian invitó a navegar a varias amistades, pero no tuvo buena suerte y finalmente decidió ir solo a la bahía a practicar este deporte acuático.
A eso de las 18 horas, sin compañía y vistiendo solo un short y un precario salvavidas se internó en el mar. Fue entonces cuando comenzó su calvario. “Remé un minuto y las olas me empezaron a dar por el lado derecho, intenté devolverme, pero me di cuenta de que si lo hacía no lo lograría, por lo que mi instinto me hizo internarme mar adentro. Las olas estaban turbulentas, cada caída era como un hoyo profundo” manifestó Cristian.
Con el devenir de los minutos la preocupación del hombre iba en aumento. El mar estaba lejos de calmarse y se veía venir la noche. Entonces recordó que llevaba su celular y, aunque la batería estaba por agotarse, alcanzó a hacer un desesperado y último llamado a su primo, el pescador Alejandro Valencia, a quien le entregó algunas referencias de su ubicación, cercana al condominio Olas de Marbella. De ahí en más, no pudo llamar de nuevo por temor a perder el remo y a agotar la batería.
Ya con la luna como única compañía, totalmente desorientado y remecido por el oleaje, lograba apenas vislumbrar las pequeñas luces en la costa. “Mi calma momentánea comenzó cuando vi las luces de las embarcaciones de la Armada, ahí me di cuenta de que me estaban buscando”, relata Cristian.
Sin embargo, la tranquilidad del kayakista no duraría mucho. “Los botes no llegaban a mi y nuevamente comencé a desesperarme, grité más de cuarenta minutos y nada, descansé y tomé fuerzas y fue ahí cuando uno de los tres tripulantes me escuchó, apagaron el motor de la lancha de rescate y aún así no me veían. Me dije ‘mi última esperanza es encender mi IPhone’, aunque sabía que se apagaría de inmediato, la manzanita se iluminó, me vieron y los ojos se me llenaron de lágrimas”, rememoró.
Cuando los rescatistas llegaron a su lado no pudieron ocultar su alegría, pues ya lo daban por muerto y solo faltaban 40 minutos para la hora límite de búsqueda. Mientras esto sucedía, un bote que había zarpado de Horcón también lo buscaba y aunque los tripulantes escuchaban sus gritos, no lograban verlo a causa del fuerte oleaje.
“Cuando llegaron los pies ya me dolían del frío, estaba un poco confundido, pero tratando de no perder la calma, a pesar de la multa que me cobrarán yo estoy muy agradecido de la Armada. Me llevaron a la Capitanía de Puerto y al hospital y siempre me dieron su apoyo. Me recalcaron que me daban por muerto. Luego de esto no volveré nunca más al mar para hacer kayak, el mar es traicionero” finalizó Cristian.