Hace pocos días, la Primera Ministro británica, Theresa May, anunció la creación de una Secretaría de Estado para comenzar el combate a la soledad de los habitantes de su país.
La soledad, esa asolapada enemiga declarada de millones de seres humanos que viven en esta tierra, que los punza y los desespera, sin que puedan encontrar ninguna solución, porque es la misma soledad la que les cierra las puertas.
El informe inglés es tan contundente sobre el tema que prueba que la soledad, si bien es un mal que ha acompañado siempre a las personas, ahora se ha masificado y se ha transformado en un grave problema de salud pública, y desde esa perspectiva, ha creado una Secretaría para combatirla.
Basta con mirar hacia los lados de nosotros mismos, para ver tanta gente irremediablemente sola. No se trata solamente de personas de la tercera o cuarta edad, sino también de gente joven, que no se quiere casar ni vivir en pareja, que prefiere su soledad, lo que los hace ser más intolerantes y más despreocupados de ellos mismos. A eso hay que sumarle que mucha gente ya está trabajando desde sus casas, sin contacto con más gente, viviendo en solitario.
Pero el problema de fondo está en los ancianos, que en el mundo moderno que les ha tocado, viven en sus casas o en asilos, sin ninguna red de protección familiar. Ya casi no visitados por sus hijos y mucho menos por su familia. La pérdida de esos contactos, de esas conversaciones, de esos cariños, va llevando a las personas a un callejón oscuro, que los sume en depresiones, angustias y enfermedades.
La soledad debe ser el mal más extendido de nuestra época, y tal como lo han dicho muchos académicos, mientras más conectados digitalmente con el mundo, más desconectados quedamos en nuestra casa.
Cada vez que una persona mayor no está acompañada, siente aprehensiones sobre lo que le podría ocurrir y la angustia y ansiedad que le produce pensar que nadie lo vendrá a ayudar. Eso conlleva a mucho stress constante, lo que deriva en muchas enfermedades tanto síquicas como corporales.
El individualismo actual también es determinante en provocar la soledad de muchas personas, porque asume que cada uno puede vivir sin necesidad del otro, que los hijos pueden dejar de ir a ver a sus padres y que cuidarlos hasta el final fue un tema de las generaciones pasadas.
En un párrafo del informe inglés se lee: “En las últimas décadas, la soledad ha pasado de desgracia personal a epidemia social. Cada vez más de nosotros vivimos solos. Trabajamos en casa. Pasamos más tiempo del día solos que hace 10 años. A veces parece que nuestro mejor amigo es el teléfono móvil”.
Aunque no parece, hay temas que nos afectan y que deben ser políticas de estado. Cada día en el mundo hay más autoridades, como el alcalde Luis Mella de Quillota, que quieren incorporar la felicidad como un índice de desarrollo. La soledad es un problema social que debe ser combatido con medidas tan simples como bajar o liberar el pago para la gente de tercera edad en el trasporte público, en los espectáculos artísticos y culturales, en los chequeos médicos, en actividades deportivas o viajes fuera de la región.
Entiendo que falta mucho para que Chile asuma como política de estado combatir la soledad que sufren tantos de sus ciudadanos, pero cada uno de nosotros podría comenzar hoy mismo pensando en cómo sacar de la soledad a las personas que tenemos cerca, como abrirles nuevas redes de contactos, como sacarlos de los encierros en sus casas o en sus asilos.
Espantar la soledad de los demás nos hará bien a todos.