Algo está completamente mal. Algo no funciona. El Estado de Chile, con todos sus medios y recursos, ha sido incapaz de determinar el origen de las contaminaciones que han afectado nuevamente a las comunas de Concón, Quintero y Puchuncaví.
Esta historia repetida y grave tiene más de 50 años y los sucesos dañinos para la salud de las personas siguen ocurriendo y nadie puede responsabilizar a nadie. Me estoy acordando del maremoto, de la alarma de tsunami, de nadie que se responsabiliza por nada a pesar de la gran cantidad de muertos.
Ahora hay poco menos de 400 personas intoxicadas que han debido ir al hospital por los síntomas que han presentado.
Han pasado diez días y fuera de algunas acusaciones, algunos juicios, algunos anuncios, algunas amenazas, todavía no hay nada concreto sobre la causa de las intoxicaciones de la gente.
Las declaraciones que hemos debido escuchar y leer son un verdadero escándalo, porque nada resuelven y aumentan la incerteza, que en nada corresponde a una investigación del Estado de Chile, único responsable final del daño que empresas públicas y privadas puedan causarle a la población. La gente no tiene otro defensor que el Estado.
El 24 de agosto la Ministra del Medio Ambiente declaró que “hemos detectado que en algunas de las faenas realizadas por la empresa Enap se ha producido la emanación de gases tóxicos”. Cuatro días después el Superintendente de Medio Ambiente, Cristián Franz, la desmintió: “Todavía no hay certeza de quién la provocó y las medidas preventivas que fueron adoptadas en Enap se basaron en presunción”. El mismo martes, el Presidente Piñera explica: “La verdad es que la causa exacta, cierto, está en pleno estudio y análisis, porque en esto no podemos equivocarnos”.
Después aparece el Ministerio de Salud que dice que estudió los gases emitidos entre el 22 y el 27 de agosto en Quintero y Puchuncaví y asegura que no se podría “afirmar que la calidad del aire que se está respirando en la zona es nociva para la salud”. ¿Y qué están haciendo en el Hospital de Quintero esos 358 intoxicados, ya atendidos, de los cuales un tercio son niños? ¿Dónde cree el Ministerio que estaban respirando todas esas personas?
Después han venido las acusaciones y las explicaciones – respuestas de las empresas, que han dicho que ellos no son y que tal vez pudiera ser el vecino. Lo único claro es que nadie sabe quién fue, ni siquiera qué fue.
La explicación más ridícula fue la del polen. Hay que ser muy… “ocurrente” (para no usar una palabra prohibida) para plantear que cientos de personas fueron a parar al hospital por una nube de polen que se dejó caer sobre Quintero, casi como anunciando la llegada de la primavera. ¿Qué película estaban viendo o qué estaban tomando para llegar a esa conclusión?
Bien que el Presidente haya ido a la zona, bien que anuncie un plan, bien que se proponga cambiar la historia de la zona, pero no basta con palabras. La contaminación lleva ya mucho tiempo y los controles hace rato que son relativos y sin ninguna responsabilidad funcionaria al interior de las empresas, en caso de haber emergencias, como tantas de las que han debido soportar en las últimas décadas.
La deuda la tiene el Estado, no este gobierno, todos los gobiernos, desde Alessandri y Frei Montalva en adelante, que dejaron que siguiera creciendo el parque industrial contaminante hasta hoy. Llegó la hora de enfrentar la situación, no por voluntad política, sino por la obligación de actuar después de los internados en el hospital.
El único Plan de Descontaminación tiene más de 25 años, está obsoleto y ha sido frenado por la Contraloría. Se requiere actualizar y actuar en consecuencia, pero ahora, ya, sin más demoras.
Nadie puede seguir esperando en Concón, Quintero y Puchuncaví.