Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”
En los libros se enseñanza de Perú aseguraban que Arturo Prat se cayó sobre el Huáscar, por lo fuerte del espolonazo que le dio esa mañana del martes 21 de mayo de 1879. Sin embargo, el propio comandante del buque peruano, Miguel Grau, en su parte de guerra, reconoce que Prat en forma valiente y temeraria saltó al abordaje. Hasta le mandó una carta a la viuda y le envió sus pertenencias. Ella le agradeció emocionada. Todo esto en plena guerra.
La Guerra del Pacífico dejó heridas que todavía sangran de vez en cuando, por eso diversos gobiernos de turno, usan la historia como herramienta política.
Ese día Chile perdió un combate, pero ganó la guerra. Después del salto de Prat a la inmortalidad, miles de chilenos, a lo largo de todo el país pidieron reclutarse en el Ejército y la Armada. Fue un verdadero furor colectivo la decisión de ir a la guerra. En las últimas batallas antes de la toma de Lima había 40.000 soldados chilenos combatiendo.
Prat, después de la arenga famosa, la “del combate es desigual”, mandó a un marinero a clavar en el mástil la bandera chilena, para que por ningún motivo se cayera, señalando una involuntaria rendición. Pero ese día, la historia de clavar una bandera, escribió una confusa página.
Como sabemos, en Iquique había dos naves de guerra y un transporte chilenos: Esmeralda, Covadonga y Lamar; y dos naves de guerra peruanas: Huáscar e Independencia. Ese 21 de mayo, con la primera letra de las cinco naves se arma la palabra CHILE. Ese día también, al tercer espolonazo comienza a hundirse la Esmeralda. Demoró dos minutos en irse a pique. El comandante peruano mandó sus botes para rescatar a los náufragos. Recogió a más de sesenta y los dejó como prisioneros en el mismo edificio de la Aduana, que se encuentra exactamente igual a como estaba en esos tiempos.
Inmediatamente después salió a perseguir a la Covadonga, comandada por Carlos Condell, que había salido al sur perseguida por la Independencia, comandada por Juan Guillermo Moore. Ya sabemos que la Independencia encalló y le comenzó a entrar agua, ladeándose sobre el roquerío, momento que la Covadonga aprovechó para dispararle tiros de fusiles y ametralladoras. En ese trance, cayó la bandera peruana al suelo junto con el mástil principal. Condell la dejó herida de muerte y siguió su viaje hasta llegar a Antofagasta, y en el telégrafo de esa ciudad, mandó un parte inicial diciendo que Moore se había rendido, lo cual no está completamente comprobado.
Cuando el Huáscar llegó al lado de la Independencia, el comandante Grau ordenó que se botaran al mar los armamentos de la nave y la hizo quemar. Regresó a Lima, donde Moore fue sumariado. Moore se defendió, incluso le mandó una carta a Condell encarándolo, pero ya era tarde. La derrota de la bandera no clavada hizo que dejara la marina. Pero tratando de demostrar su amor a Perú, se enroló en el ejército peruano, cayendo muerto en la defensa del morro de Arica. Hasta hoy persiste la duda si murió combatiendo o lo mataron los mismos peruanos para vengar su derrota. Hay quienes dicen que se habría envuelto en una bandera peruana y habría galopado ciegamente hasta caer desde lo más alto del morro. Tal vez fue una forma de limpiar su honra.
Prat se casó con una quillotana, Carmela Carvajal Briones. Pasaron su primera noche de luna de miel en el sector de Charravata, donde tenían una casa y donde todavía existe la “Quinta Prat”. Ellos vivían en Valparaíso y arrendaban la casa quinta. En la última carta de Arturo a Carmela, hay una nota en que le dice: “No te olvides de cobrar el arriendo de Quillota”. Se amaron intensamente. Se les murió la primera hija (después tuvieron dos hijos más: Arturo y Blanca Estela) y la pena casi los hizo naufragar. Recurrieron como se hacía en esa época a centros de espiritismo en medio de su dolor para tratar de comunicarse con la pequeña niña. Sacando el hecho del contexto histórico, han querido distorsionar el episodio, pero nadie sabe bien qué hace un padre y una madre cuando se les muere un hijo.
Carmela fue una mujer fuerte y decidida. No estuvo de acuerdo con el carácter laico del monumento a los Héroes de Iquique en Valparaíso, por eso nunca fue a ponerse en primera fila el día del desfile, a pesar de todos los ruegos. Iba sola a la cripta a verlo y ahí rezaba el rosario y le hablaba a su héroe. Nunca aceptó tampoco homenajes porque ella sabía que los méritos eran de su marido y no de ella.
Es bueno saber detalles de la gran hazaña de Arturo Prat y de todos los valientes que defendieron a Chile en esa guerra.
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