Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”
En estos días se ha producido una mala mezcla de diversos sucesos que han confundido a la opinión pública. Nos parece necesario poder ordenar esas visiones para despejar dudas y acercarnos a certezas.
Un medio escrito con medio siglo de experiencia, como “El Observador”, debe seguir contribuyendo a que la verdad se imponga en medio de las muchas versiones inciertas que hemos estado recibiendo.
Un secuestro implica la retención de una persona y un cobro por su devolución o rescate. No se puede hacer un secuestro muy al lote porque hay varios pasos en que el delincuente debe pasar por duras pruebas, como por ejemplo, avisar, poner un valor posible, ver la forma de recibir el dinero y la forma de entregar a su víctima. Nada de eso es fácil porque la policía está detrás de cada uno de sus pasos.
Hemos tenido algunos secuestros. Muy pocos. El último afectó a un joven discapacitado y la forma en que fue hecho demuestra lo que estamos diciendo. Otro secuestro ocurrió en San Antonio y a la víctima la trasladaron a Mauco. Es muy complejo secuestrar y tener éxito en la operación. Por eso secuestradores hay muy pocos.
Es cierto que en nuestra zona estuvo y probablemente está operando la famosa y peligrosa banda del “Tren de Aragua”, compuesta por venezolanos ilegales que ingresan al país y tienen carta blanca para cometer todo tipo de delitos. Tanto la televisión como la radio y la prensa, desplegamos diversos reportajes contando las fechorías de tan malvado grupo. Es más, dimos datos precisos de la detención de algunos de ellos gracias a un operativo de la PDI, que venía siguiéndolos del norte.
Las redes sociales han generado una verdadera sicosis colectiva respecto de los secuestros, uniendo cosas ciertas con falsas, inventando o suponiendo, pero al fin y al cabo complicando que la verdad pueda ser la protagonista de todo lo que ha pasado.
No siempre son venezolanos delincuentes, también hay chilenos. No siempre son secuestros, muchas veces son robos e incluso intentos de robo, pero como en el ambiente flota el temor razonable a los secuestros, los hechos se interpretan de otra forma y causan alarma pública.
Siempre hay que confirmar si es verdad lo que dicen que ocurrió. Recurrir a fuentes oficiales como Carabineros y la PDI, conversar con los afectados, asociar hechos y tratar de explicar la forma en que ocurrieron. Esa es la tarea responsable de los profesionales de la prensa, que muchas veces deben además de hacer su trabajo, verse en la obligación de desmentir lo que otros han dicho en las redes sociales sin ningún fundamento.
En todo caso, más allá del tema de los secuestros, la ola de robos y asaltos se ha transformado en una pesadilla para miles de familias que ven amenazada su seguridad en la vía pública, al interior de sus casas, en las plazas y lagares de reunión. Mucho robo, demasiado delincuente en situación de calle, muchos extranjeros robando, muchos ataques al comercio, en fin, mucha inseguridad y en eso la gente tiene razón.
Hay menos resguardo, más peligro y menos persecución legal. Todo eso nos tiene en esa inseguridad que flota en el ambiente.