“Crearon una sociedad donde la economía se convirtió casi en una religión (…) olvidando que una nación no vive sólo de la economía”
ACTUALIDAD.- Hace 33 años que Luis Gastón Soublette Asmunssen llegó a vivir a Limache. Se lo había prometido a sí mismo, luego de pasar muchos veranos en una quinta de una tía al final de calle Andrés Bello. Se convirtió en realidad con los recursos de una jubilación por sus años de docencia en Filosofía y Estética en la Universidad Católica. Desde entonces, la residencia, que data de 1930, es su refugio.
Entre muchísimo libros, una bandera e instrumentos mapuches y fotografías que dan cuenta de sus 92 años de existencia, manifestó a “El Observador” su visión de la realidad que enfrenta el mundo y Chile, en medio de las protestas sociales que han movilizado a millones de personas
Gastón Soublette dice “el estallido social que enfrentamos los chilenos no sólo es nuestro. Para entender realmente lo que está pasando, hay que verlo en un contexto mundial. Ocurre porque la sociedad industrial ha creado una relación social injusta. Es el poder del dinero el que maneja todo. Y quien tiene el poder económico dispone de la política, de la educación, de la información, en su beneficio”.
“Se calcula que entre diez y quince millones de personas tienen en sus manos el mayor porcentaje de la riqueza del mundo. Ellos son los que mandan realmente y los mandatarios y los políticos son sus empleados. Como también lo hemos llegado a ser los ciudadanos. Ellos saben que tienen este poder y son capaces hasta de declarar una guerra para lograr mayores beneficios.
Pone, por ejemplo, la guerra contra Irak, que “fue una guerra de las empresas petroleras, de las que prestan servicios, y, de los traficantes de armas. Urdieron una trama para presionar al gobierno norteamericano, con el fin que le declarara la guerra a Sadam Hussein, con el pretexto que ese país estaba fabricando armas de destrucción masiva. Nunca se logró probar esa acusación y tampoco les interesa confirmarla”.
“El poder económico maneja todo y ha ido reduciendo la cultura hasta un constructo tecnológico y económico. En eso ha terminado la gran civilización occidental, que no es una cultura humana. La vieja cultura occidental, que consideraba al ser humano como centro, murió hace un buen tiempo. Sólo queda esta maquinaria y a nosotros no nos queda otra que insertarnos en este proceso donde el dinero y el consumo es la felicidad”.
CON CIFRAS DE LA ONU
Gastón Soublette no cree, como se dice, que el crecimiento económico haya permitido superar el tema de la pobreza en el mundo. “Yo creo que ha sido al revés, pues según los datos de Naciones Unidas y la FAO, de los siete mil 500 mil millones de seres humanos en el mundo, más de tres mil millones viven en condiciones de pobreza. 800 millones de seres humanos, actualmente, no tienen acceso al agua. En un año en el mundo mueren de hambre unas 52 millones de personas. Más que los muertos que dejó toda la Segunda Guerra Mundial”.
El académico asegura que “el problema es que la pobreza es un invento de ellos. Antes, incluso en la época monárquica francesa, la miseria, según la definición de ahora, que es carecer de acceso a los bienes de absoluta necesidad, no existía. La gente dependía de sí misma o de los campos para alimentarse. No del supermercado o del dinero que deben poseer para comprar sus alimentos, que al final es su tiempo de vida representado en dinero.
“Esta pobreza expandida fue creada al emigrar los pueblos de los campos a las ciudades para ser parte de los emprendimientos industriales, los que llegaron a la urbe perdieron todo: sus tradiciones, su cultura, sus oficios, para convertirse en consumidores y usuarios pasivos. Cuando el hombre abandonó su hábitat natural y fue a la ciudad industrial entró en la vorágine de la pobreza en gran escala. Inglaterra, que era el país más industrializado, llegó a ser el que tenía la mayor cantidad de pobreza”.
Gastón Soublette agrega que “la rica sociedad industrial, paradojalmente, que generó enormes recursos para unos pocos, fue la que inventó la pobreza de muchos. Allí está Víctor Hugo que la denunció en su novela `Los Miserables´, lo que le costó el exilio por parte de Napoleón III. Desde esa pobreza nacida al amparo de la revolución industrial surgen las teorías revolucionarias basadas en la clase social más explotada. La pobreza, en la rica sociedad industrial, es como una serpiente que se muerde su cola”.
DESNUDANDO LA DESIGUALDAD EN CHILE
El filósofo y musicólogo añade que “en Chile se implementó un sistema que trató de igualar las condiciones de los países en desarrollo y crearon una sociedad donde la economía se convirtió casi en una religión. Se implantó en el marco de una Dictadura Militar y se ha sostenido, olvidando que una nación no vive sólo de la economía. El hombre tiene que cubrir sus necesidades básicas, pero la existencia humana no es sólo eso. También hay necesidades sicológicas, espirituales, culturales, educacionales, salud. Nada de eso existe para las mayorías”.
“Además, las desigualdades sociales en Chile están entre las más altas del mundo. La revista ´Occidente´ de la Masonería hizo un estudio donde señala que dos mil 500 personas en Chile ganan más de mil millones mensuales. Es algo difícil de creer, pero la revista da sus nombres y uno se pregunta cómo puede haber un grupo de personas tan privilegiadas en este mismo país, donde se sabe lo que gana un empleado o un obrero y las pensiones horripilantes que reciben los jubilados, que para sobrevivir tienen que seguir trabajando”.
Es su caso, porque el profesor Gastón Soublette, a sus 92 años, sigue enseñando a sus alumnos de la Universidad. “Muchas de las razones de este fenómeno social de protestas tiene que ver con que se ha llegado a un punto en que la humanidad no va a seguir tolerando. Si los jóvenes no son escuchados, y además son discriminados, van a robar lo que no pueden lograr por justicia. Justifican sus acciones por el saqueo que las empresas han hecho del territorio, de las aguas, de las montañas, del mar. Todo eso es también un saqueo”.
Para Gastón Soublette la gente está reaccionando y, también, “tratando de encontrarse en un espacio propio. En estos regímenes económicos y tecnológicos el hombre pierde su identidad. Da lo mismo quién seas. Solo se espera que rindas y produzcas. Esas cosas son las que llevaron al rebalse social, no sólo el carecer de cosas sino también el no ser reconocidos. Ellos hablan de dignidad, es lo que más quieren y lo que menos obtienen. Lo económico tiene un valor relativo para ellos y sólo alcanza el ámbito de las necesidades menores”.
“Ese malestar chileno que se está manifestando es también el del pueblo mapuche. Héctor Llaitul decía que ellos defendían una cultura viva, lo que también conlleva la recuperación de las tierras. Pero no es un problema económico, sino una forma de ver la vida que contiene toda la estructura espiritual de su pueblo. Si recurrimos a la violencia, lo es defensiva y no ofensiva. Ellos nos invadieron. Su dolor es que no se reconozca a una etnia que tiene una cultura completa que lo abarca todo”.
LA CLASE POLÍTICA NO TIENE CULTURA
Es una cosmovisión que “no comprenden las autoridades, porque la actual clase política no tiene cultura. Los que eran cultos pertenecen a otra época. Cómo podemos ser gobernados por personas que creen que los problemas de los hombres son sólo económicos. Van a crear un desastre. Y ya lo han creado. Basta mirar lo sucedido en un poco más de un mes. Un fenómeno que debieron prever”.
Y, al parecer había síntomas suficientes para poder predecir que había algo que se movía en el aire. “Entre los estudiosos de los fenómenos sociales se habla mucho que en Chile funcionó el ´Efecto Mariposa`. Es una tesis que indica que cuando se acumulan por mucho tiempo las frustraciones y las rabias, basta que una mariposa mueva las alas, para que reaccione todo el mundo.
“Es lo que pasó, la tensión que se venía acumulando en el ´statu quo´ injusto de Chile, reventó, porque no se escuchó, se discriminó, se lucró con la salud, la educación, la previsión. Esa energía, esa frustración fue la que estalló, cuando unos niños entraron sin pagar en el Metro”.
Para el sabio, “esta es una revolución que no va a ceder muy rápido. Aquí, al no escuchar requerimientos de la sociedad, se dio espacio para los saqueadores. Ellos descargan su rabia de otra manera. Además, se acostumbraron a la violencia. Para algunos jóvenes es divertido enfrentar a Carabineros, a los militares o quemar un banco. Puede bajar la intensidad, hasta un próximo estallido, que puede ser peor”
Aunque Gastón Soublette confía que “va a llegar el momento de un diálogo real. De hacer los cambios que se piden. El país no da para más en cuanto a injusticia y desigualdad. Aunque creo que la solución real pasa por asumir una cultura alternativa, que no dependa tanto del dinero o el mercado”.