Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”
Durante tres mañanas de esta semana he conversado con alumnos de Liceo Agrícola de Quillota, con los del Liceo Leonardo Da Vinci de La Cruz y con las alumnas del colegio Teresa Brown de La Calera sobre la Reforma Agraria, como parte del proyecto “Memoria histórica y social: testimonios de campesinos de la Reforma Agraria Provincia Quillota”, financiado por el FNDR del Gobierno Regional de Valparaíso año 2024 y aprobado por el Consejo Regional de Valparaíso.
Campesinos de esos años van quedando muy pocos. Rescatar su memoria es urgente. Hemos ido a visitarlos para conocer el proceso por dentro y de la boca de sus protagonistas.
La Reforma Agraria en Chile fue un proceso realizado entre 1962 y 1978, o sea, pasó por cuatro gobiernos. Con Jorge Alessandri (1958 – 1964) se le dieron títulos de propiedad a cerca de mil campesinos, gracias a tierras entregadas por la Iglesia Católica.
Con la llegada del gobierno de Eduardo Frei Montalva (1964 – 1970) comienza la agitación social, tomas de terrenos, de campos y de industrias. Dictan la ley de Sindicalización Campesina, que fue previa a la ley sobre Reforma Agraria y muchos campesinos comienzan a participar en el proceso, primero pidiendo algunas mejoras en sus trabajos y después soñando con un título de propiedad. Les sonaba en la cabeza la frase que repetían por todos lados: “La tierra para el que la trabaja”. Y eso fue un gran tema porque muchas haciendas y fundos tenían una deficiente explotación.
Cuando llegaron los funcionarios de la Corporación de la Reforma Agraria a hablar con los dueños de los predios, les propusieron reducir el tamaño de su tierra a una reserva, la casa patronal y un terreno de cultivo. A algunos les pagaron con unos bonos. A muchos les expropiaron. El conflicto fue violento, pero todavía sería peor durante la Unidad Popular.
Se podría decir que con Frei hubo un importante avance y muchos acuerdos para la entrega de tierras. Lo contrario ocurrió con Salvador Allende (1970 – 1973), que dictó una nueva ley de Reforma Agraria y aceleró el proceso. El resultado fue cientos de predios tomados, algunos retomados a balazos, violencia en el campo como no se había visto nunca. Por otro lado, grandes desórdenes en todo el país, miles de industrias tomadas y una incertidumbre general sobre el futuro de Chile. Un dato: la inflación llegó al 600%. Mejor ni mencionar el desabastecimiento, las colas y el desencuentro y división de las familias.
En ese escenario y después de seis años, tres de Frei y tres de Allende, ningún campesino recibió ni siquiera un título de propiedad. Durante los años de Allende los sometieron a asentamientos que tenían una confusa propiedad colectiva y que les generó muchos trastornos a los grupos de campesinos.
Dos leyes sobre Reforma Agraria y ni un solo dueño de la tierra.
Sin embargo, la revolución había tenido éxito. En 1960, el 86% de la tierra estaba en propiedad del 9,7% de los chilenos. La reforma terminó con los grandes fundos y en 1972 solamente el 3% de la tierra tenía más de 80 hectáreas. Una verdadera revolución en relación con la propiedad.
Pero la revolución no había concluido. Con el golpe militar, Augusto Pinochet (1973-1990) se encuentra con el proceso sin terminar y con los mismos que estuvieron durante el gobierno de Frei, termina con el gran cambio, entregando un tercio de toda la tierra expropiada a parceleros a los que les confiere sus títulos de dominio; otro tercio lo devuelve a sus antiguos dueños y otro tercio lo saca a remate.
Había concluido un proceso que cambió la historia de Chile.
Como dijo uno de los campesinos que hasta ahora mantiene su tierra: “La Reforma Agraria fue un terremoto. Pasó una vez y ahora que somos dueños de nuestra parcela, no queremos que haya más terremotos”. Se refería así al brusco cambio que dejó muchos heridos, pero que también dejó a miles de propietarios libres que trabajaron una tierra que jamás pensaron que llegaría a ser de ellos.
*Imagen Redes Sociales.
