Tenía 50 años y había trabajado por más de dos décadas como manipuladora de alimentos
QUILLOTA.- Pasó toda su vida viendo los bellos parajes de Rautén, desde el primero hasta el último de sus días. Marcela Cáceres Arancibia creció entre las sombras de la hermosa Alameda de ese sector rural, donde era querida por decenas de sus vecinos, los mismos que hoy lloran la inesperada partida de la alegre y jovial “bombona”, como era conocida.
Marcela era la menor de siete hermanos y siempre vivió protegida, lo que ayudó a que desarrollara una alegre personalidad, según cuentan sus familiares y amigos. “Aquí en Rautén todo el mundo la quería, era muy cariñosa y siempre tenía una palabra de aliento”, señaló Mayerline Cáceres, sobrina de Marcela. Recordó que su tía hizo toda su vida en el sector, desde sus estudios en la Escuela Cristina Durán hasta el bautizo de su hijo Miguel.
La música siempre fue una parte importante de su vida, ya que pasaba días completos escuchando melodías que la invitaban al baile, por eso terminó muchos de esos días en alguna fiesta o en el casino Arturo Prat, del paradero 12 de La Cruz. “Era fanática de Chayanne”, recuerda su sobrina entre risas, agregando que ella no se perdía los rodeos de Rautén. “Le gustaba mucho ir y compartir con todo el mundo”, dice Mayerline.
Las redes de amistades y cariño de Marcela se expandían mucho más allá de su querido Rautén, ya que por más de dos décadas se desempeñó como manipuladora de alimentos en distintos colegios de Quillota, pero donde más tiempo estuvo trabajando fue en la misma escuela donde estudió desde pequeña. Hace poco tiempo había dejado ese empleo y desde hace menos de un año se desempeñaba como asesora en la casa de una familia en la vecina comuna de La Cruz, donde también dejó un grato recuerdo.
FULMINANTE ENFERMEDAD
Lamentablemente, una de las particularidades que tenía Marcela era su aversión a visitar a médicos, según señaló su sobrina Katia Vargas, quien relató la triste seguidilla de situaciones que vivió Marcela antes de caer a la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital San Martín de Quillota, desde donde nunca pudo salir. “A Marcela se le había detectado una diabetes”, señaló su sobrina, como el primero de los negativos diagnósticos que recibió en tan solo unos días.
Después de haber recibido la confirmación de esa enfermedad, Marcela comenzó a sentirse mal del estómago. “Fue al consultorio y le dijeron que era una infección estomacal, pero tenía vómitos y fiebre”, agregó Katia, quien indicó además que el miércoles su tía fue al consultorio de Boco para empezar un tratamiento por su diabetes, pero lamentablemente no pudo llegar. “Cuando a ella la llamaron le dio el primer paro”, detalló.
Rápidamente Marcela fue trasladada hasta la Unidad de Urgencias del Hospital San Martín, donde según señala Katia, los pronósticos fueron negativos desde un comienzo. “Nunca nos dijeron que ella se iba a recuperar, lo primero que me dijo la doctora fue que las probabilidades de vida que tenía era muy bajas, debido a una falla multisistémica”, explicó, agregando que le realizaron una serie de exámenes sin dar con un diagnóstico definitivo.
Fue cerca de las cuatro de la tarde cuando, luego de una punción lumbar, se detectó una meningitis bacteriana aguda. “Se consiguió una cama UCI en la Clínica Valparaíso y como a las 12 de la noche se dio la autorización para que ella pudiera ser trasladada, pero cuando la movían un poco se sentía mal, no la podían tocar. Cuando la estabilizaron y la subieron a la ambulancia, ella tuvo una arritmia de 188, algo demasiado grave, por lo que los doctores decidieron dejarla en Quillota”, relató Katia, quien señaló que finalmente a las 8:20 del jueves Marcela dejó de existir.
Durante todo el jueves, el cuerpo de Marcela fue acompañada por decenas de familiares y amigos en su casa de Rautén Bajo y hoy será llevada hasta la Capilla de Rautén, para finalmente ser trasladada al cementerio Parque Rautén.