Académico UPLA advirtió que principales trastornos son de carácter depresivo, ansiedad y consumo de diversas drogas
VALPARAÍSO.- La etapa juvenil es el período más crítico en el que se establece la mayoría de las enfermedades de salud mental crónicas, razón por la cual es clave que las instituciones de educación superior establezcan estrategia para detectar y, en lo posible, prevenir estas patologías.
Así lo advirtió Juan Bustamante Donoso, académico y psicólogo de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Playa Ancha (UPLA), a propósito de las agrupaciones estudiantiles que han acusado un exceso de la malla curricular en sus respectivas carreras.
En opinión de Bustamante, esto obedece a que la población universitaria ha aumentado considerablemente en la última década (por el apoyo del Estado a través de subvenciones o créditos). Esto se traduce en que también aumentó la cobertura universitaria para los grupos sociales más vulnerables, quienes tendrían un mayor riesgo de fracaso académico.
“Desde los años 90 a la fecha experimentamos un aumento de matrícula del 300 por ciento de los quintiles 1,2 y 3, que constituye el 40% de la población más vulnerable…y obviamente llegan con más desventajas a esta instancia y lo que solemos ver es que ese grupo presenta una vulnerabilidad mayor a generar un psicopatología y algún problema de salud mental. Hoy entendemos que los problemas de salud mental son siempre contextuales”, sostuvo el profesional.
Agregó que en torno al 23 por ciento de los estudiantes universitarios, o sea más de 2 de cada 10, presenta problemas de salud mental, entre los cuales destacan los de carácter depresivo, ansioso y consumo de diversas drogas.
Bustamante sostuvo, que es necesario que las universidades reflexionen, además, respecto a su carga académica. Advirtió que -en general- una carrera requiere 56 horas semanales de un estudiante, considerando las clases directas, el trabajo autónomo, en aula virtual, etc.
Por lo tanto, es una exigencia mayor a la que enfrenta un trabajador, que labora 45 horas semanales. A ello se suma que, un alto porcentaje de los estudiantes que pertenece a los quintiles más bajos, debe trabajar, desplazarse por largos trayectos, y que muchos de ellos son primera generación, lo que complica más su adaptación a la exigencia universitaria.