“Esto no es un premio. Es una tarea compleja para que se cumpla el plan de gobierno del Presidente”
POLÍTICA.- En su segundo día en el cargo, y tras una larga jornada, el nuevo intendente de la Región de Valparaíso, Jorge Martínez Durán recibe a “El Observador” en su nueva oficina ubicada en el piso 19 de la Intendencia Regional.
Abogado de 55 años y militante de Renovación Nacional, es hijo de un suboficial mayor de Ejército que se jubiló como funcionario municipal de Providencia y una activa dueña de casa que -dice- “siempre fue Pyme”. Y con cortos 19 años, llegó desde Santiago a estudiar Derecho a la Universidad de Valparaíso.
Fue ahí donde conoció a Carolina Arroyo Aparicio, con quien cumplió 30 años de matrimonio en octubre pasado y tiene tres hijos: María José, abogada de 29 años que trabaja en Santiago; Jorge de 25 años, comunicador audiovisual que se desempeña en el Congreso y Constanza, de 20, estudiante de Diseño.
Desde Valparaíso ha desarrollado una larga carrera profesional en la Fundación P!ensa, la Cámara Regional de Comercio, Corfo y como asesor parlamentario y del Ministerio de Educación. En lo académico, era vicerrector de la sede Viña del Mar de la UNAB, cuando recibió el llamado del Presidente Sebastián Piñera.
– ¿Recuerda cómo fue ese momento, intendente?
“Por supuesto. Esas cosas no se van a olvidar. Fue un viernes, a las tres y cuarto de la tarde. Fui a almorzar a mi casa y me estaba subiendo al auto para volver al trabajo. Me llama una señorita y me dice ‘espere un segundito, porque el Presidente Sebastián Piñera quiere hablar con usted’. Él me saludó y me contó que me quería pedir que me hiciera cargo de la Región de Valparaíso”.
– Lo eligió el Presidente, pero siempre hay propuestas de los partidos políticos.
“Normalmente, aparezco nombrado. Soy el candidato permanente para cargos regionales, porque soy regionalista, por los temas en que he estado, desde la sequía hasta el turismo, la educación superior, la innovación y el emprendimiento. Entonces, cuando en enero empezaron a preguntarse nombres y a sonar el mío, pensaba que el camino podía ir por otro lado y no me lo tomé muy en serio en ese minuto”.
– En lo personal, ¿cómo toma esta designación?
“He tratado de decirle a mis más cercanos que esto no es un premio y no es un reconocimiento. No es que alguien se lo merezca. El Presidente designó a una persona en una tarea que es compleja, para que se cumpla un plan de gobierno que él tiene en mente y para eso necesita un equipo para instalarlo y hacerlo funcionar, y me pidió que yo le colaborara en esa tarea en la Región de Valparaíso. Qué honor más grande, pero más que emoción, lo que sentí fue responsabilidad y ganas de partir luego. Yo tengo 55 años y si es por mochilas o desafíos grandes, he tenido grandes desafíos en la vida y me gusta asumirlos. La rutina no es mi posición más cómoda, así que lo consideré un reto e inmediatamente le dije al Presidente ‘es un gran honor y por supuesto cuente conmigo’.”
– Usted llegó muy joven a estudiar a la región, nunca más se fue y ha desarrollado toda su carrera profesional y de servicio público acá.
“Soy santiaguino de nacimiento, me vine a estudiar Derecho acá a los 19 años, me enamoré de Valparaíso y desde entonces nunca me fui. De hecho, yo vine por un año a estudiar y a organizar algunos movimientos estudiantiles. Me fue bien en el puntaje, podía elegir universidad y elegí la Valparaíso para devolverme a la Universidad de Chile. Pero en ese año acá primero conocí a mi señora, que éramos compañeros de curso, nos pusimos a pololear a fin de año y me puse a trabajar para financiar en parte mis estudios. Estudiando Derecho, dirigí el preuniversitario Cpech. En las mañanas estudiaba y en las tardes era el director. Y ya había iniciado mis pasos como dirigente estudiantil”.
– Estudiaba, trabajaba, pololeaba, era dirigente, jugaba fútbol. ¿Cómo lograba hacer todo eso siendo tan joven y cómo le sirvió para llegar a ser lo que es hoy?
“Eso duró toda la carrera, aunque la parte incómoda era que no disponía del tiempo que tenían mis compañeros para estudiar. Así que me concentré en la universidad en entender y luego, en la casa, a tratar de memorizar muchas cosas que estaban escritas en textos, códigos. Tenía que estudiar de noche, después de mi trabajo o los fines de semana. Y la ‘Carola’, mi señora, era una muy buena alumna y siempre estudiábamos juntos. No teníamos celular, las fotocopias eran una rareza, había mucho esfuerzo y muchas menos condiciones que hoy. Y en esa época aprendí el sentido del rigor en la vida, que hay tiempo para trabajar, para estudiar, pololear, jugar a la pelota e ir al estadio. Y ese régimen de vida es muy formativo, porque te obliga a priorizar muy bien y aprovechar el tiempo. Si no hubiera sido disciplinado y riguroso, no habría podido con tanta cosa”.