Roberto Silva Bijit
Lo conocí en Santiago. Fui su alumno en su taller literario, el año 1974, en el Instituto Cultural de Las Condes. Nos dijo que íbamos a “aprender a escribir escribiendo”. Cada miércoles había que llegar con textos nuevos, con cuentos que contaran buenas historias.
El lunes murió Enrique Lafourcade Valdenegro, a los 91 años, sin haber recibido el Premio Nacional de Literatura, que merecía con muchos más méritos que otros que tienen el galardón. Escribió decenas de novelas, cuentos y crónicas periodísticas. Su famoso best-seller “Palomita Blanca” batió récord de lectura y se transformó en un fiel reflejo de la sociedad de la época. Tiene obras de gran nivel literario como “El príncipe y las ovejas”, “La Fiesta del Rey Acab” o “Pronombres Personales”. Dejó que lo conociéramos más con su especial participación en el programa de televisión “¿Cuánto vale el show?”.
Fue un autodidacta que a punta de lectura, consiguió una cultura literaria asombrosa. Dictó muchas conferencias y fue contratado por diversas universidades extranjeras como profesor de literatura chilena.
En su taller de literatura escribí el cuento “Yo no puedo contigo”, una historia de amor que ganó un premio en la revista Paula y que después Enrique incluyó en su “Antología del Cuento Chileno”. Un gran honor.
Él mismo se autocalificaba “un tábano de la sociedad”, esa mosca que pica para despertar conciencias y para denunciar sin miedo. Se atrevió como nadie a contar la trama secreta detrás de Pinochet, escribiendo su libro “El Gran Taimado”, (1984) por el cual estuvo escondido en diversas casas de amigos, incluida la mía. Después se vio obligado a pasar una temporada en Argentina. En el libro contaba el plan que tenían los servicios secretos del dictador para eliminarlo y hacer creer que se trató de un atentado. Querían salvar a Chile de Pinochet. Después escribió -a mi juicio- el mejor relato del fracaso de Allende, contando en una novela histórica, lo que piensa el mandatario teniendo en su boca la punta de la metralleta con la que se mató. La trama fundamental fue la pregunta de Allende: ¿dónde está el pueblo que no viene a defenderme?
Fue criticado por esa postura rupturista, a través de la cual le veía el otro lado a todas las situaciones. Le dijo cosas a Don Francisco por la Teletón, ganándose las pifias de millones de chilenos. Consideró que era increíble que a Carlos Caszely se le hubiera ido el penal y para comprobarlo, fue a un estadio y disparó varios penales que transformó en goles. Despotricaba en contra del Festival de Viña, en contra de los siúticos y en contra del IVA a los libros. Y de muchísimos temas más.
Tuvo una vida sentimental agitada, logrando ganarse el corazón de muchas mujeres a lo largo de su vida, a cada una de las cuales les ponía un sobrenombre y las encantaba con su cultura, sus muñecas de loza y su buen gusto en la gastronomía. Sin embargo, la que más lo amó fue Rossana, que se lo llevó a pasar el final de la vida frente a la playa La Herradura en Coquimbo, donde falleció.
Enrique murió acosado por el Alzheimer, que lo fue obligando a olvidarse de sí mismo, sin embargo, nada ni nadie podrá olvidar la obra de este gran escritor chileno, con una gigantesca producción literaria y periodística, que conmovió a millones de lectores.
Como dijo su hija, “que vuele alto”, como su Palomita Blanca y desde arriba (o desde abajo) siga siendo el tábano que tanto necesita nuestra sociedad, un poco corrupta, un poco aburrida.