Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”
Si hubiéramos estado instalados en una sala de prensa para el nacimiento de Jesús, el reporteo de la noticia habría sido muy interesante, ya que lo que parecía un pequeño hecho acaecido en Belén, pronto se transformaría en una clave para salir de las tinieblas político – sociales – religiosas de la época.
El nombre de Jesús se pronunciaba casi en silencio y las circunstancias de su nacimiento fueron bastante complejas. Recordemos que los romanos se enteraron que nació por la llegada de los Reyes Magos, los que advierten con su presencia a Herodes El Grande, que ha nacido un posible Mesías que debe exterminar, para lo cual, manda matar a todos los niños menores de dos años que hayan nacido en Belén.
El matrimonio compuesto por José y María vivía en Nazareth. Él se dedicaba a la carpintería y ella cuidaba su embarazo. Los romanos, que ocupaban militarmente la zona, ordenaron desde Roma la ejecución de un gran censo, bajo el emperador Quirino. Ello obligó a José a presentarse en Belén, para lo cual inició un largo viaje.
La distancia entre Nazareth y Bethlehem (así se llama Belén) es de aproximadamente 150 kilómetros, lo que supone un viaje de cuatro días, acampando en los mismos lugares donde se guardan los animales. Belén, que está a 9 kilómetros de Jerusalen, era parada obligada en el tráfico de caravanas de asnos y camellos que cruzaban la zona.
La pobre María, en su noveno mes de embarazo tuvo que hacer este largo y cansador viaje. Los esposos sólo disponían de un asno para transportar sus vituallas y las cuatro noches las debieron pasar en lugares públicos de reposo, que se encontraban a la orilla de los caminos, tendiéndose en la tierra, como los demás viajeros, entre camellos y asnos.
Cuando llegaron a Belén la situación fue peor, ya que la villa de cerca de mil habitantes, estaba ahora con mucha gente que había venido por el censo y todos los lugares ocupados. En el relato de Lucas las palabras son precisas: “No había lugar para ellos en la hospedería”, lo que significa el “para ellos”, es que no había lugar para una madre a punto de dar a luz a un hijo, que necesitaba un lugar aislado y en paz para su parto.
Eso es justamente lo que busca y encuentra José en un establo un poco en las afueras del borde de la ciudad. Donde además había una pequeña gruta. Como señala Lucas: “Y ocurrió que mientras estaban allí se cumplieron los días para el parto de ella, y parió su hijo primogénito, y lo fajó y lo acostó en un pesebre” (Cap. 2; 6-7).
Había nacido Jesús, para traer un mensaje de paz y amor a los hombres de buena voluntad. Un mensaje sobre el cual debemos meditar estos días y especialmente, mañana en la noche.
En todo caso, del cielo nos llega una luna llena que reemplaza a la estrella que siguieron los Reyes Magos y que se transforma en un maravilloso regalo. Y todos ya sabemos los efectos que nos causa esta brillante luna llena, con sus influjos y sus encantos, que mueven sentimientos y pasiones.
Les deseamos una Feliz Navidad en compañía de todos sus seres queridos, donde la buena comunicación, el amor y la alegría sean parte de los regalos del alma para esta Nochebuena.
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