El martes se cumplieron dos años del fallecimiento de Javier Muñoz Delgado. Un hecho que no dejó indiferente a nadie. Y menos para mí. Tuve la suerte de ser su amigo y también de compartir micrófono durante seis años con él.
En la semana se vivieron días muy emotivos para todos quienes convivimos con el “Negro”. El martes, también hubo dos actividades que se mantendrán en el tiempo: una misa en su honor en la Iglesia Catedral de San Felipe y un partido amistoso entre sus amigos y sus ex colegas del Canal del Fútbol en el Estadio Municipal. Por suerte, en un gran gesto por parte del Concejo Municipal, se instauró que cada 29 de agosto se celebrará la “Copa Javier Muñoz Delgado”.
A diferencia del año pasado, el ambiente estaba más distendido; quizás, porque el tiempo ha curado un poco la tristeza. Pero el legado de Javier ha perdurado y se nota en cada una de las entrevistas y conversaciones que sostuvimos con los familiares y las personas que lo conocieron. Y como dijo su hija, Catalina, cada uno porta sus enseñanzas.
Todos dicen que los muertos fueron buenos. Pero, para mí, Javier era realmente muy buena persona. Pues él siempre se encargaba de alegrarte el día, cuando uno quería tirar la esponja. O con una simple sonrisa o un chiste descomprimía el ambiente. Eso era, Javier. A veces cuesta darse cuenta de que no está.
En las palabras que recogimos de los protagonistas, todos –casi como si se hubieran puestos de acuerdo- señalaban que a Javier se le recordará por su esfuerzo, trabajo y humildad. Efectivamente, eso era lo que más lo distinguían. Y es que el “Negro” llegó a la cúspide de los medios de comunicación, porque mantuvo esas cualidades como persona. Ese es su mayor legado en cuanto al aspecto laboral y también personal.
Es fácil marearse con las luces de la televisión. Pero él no lo hizo. Siempre tuvo los pies bien puestos sobre la tierra. Porque él sabía que había llegado a la cima gracias a su perseverancia. Y tal como dijo, su entrañable colega del CDF, Gerardo Herrera, Javier representaba a todos los que hacemos periodismo en provincia, demostraba que en regiones hay profesionales valiosos, que por cosas del destino nunca ha podido llegar a los medios “grandes” del país.
Todos, sin excepciones, fueron asertivos para describir a Javier. Y por eso, que cuando conversábamos en la cancha de fútbol, que él tanto disfrutaba, nos alegrábamos de hablar sobre Javier. Porque su alegría y su legado aún perdura entre nosotros.