Francisco Calderón Quinteros
Periodista
El sábado recién pasado se cumplieron tres meses exactos desde aquella noche de 18 de octubre que, sin duda, quedará marcada en la historia de nuestro país. Fue el inicio del “estallido social”, el comienzo de una verdadera revolución que cambió todas las lógicas políticas entendidas hasta ese momento.
Chilenos y chilenas de todas las comunas del país salieron de sus casas y se sumaron a las protestas en las calles, con marchas diarias que nunca se habían visto en la historia. Es que la situación no daba para más. Había que decirle al gobierno, a las instituciones y a la clase política, que ya basta de abusos.
Las primeras semanas fueron intensas. Apenas comenzó el “estallido”, el gobierno hizo oídos sordos a las demandas y, en vez de empatizar con ellas, tomó la decisión de enviar a las fuerzas militares a las calles. Hubo toque de queda durante las noches. La violencia represiva fue extrema. Hubo muertos y cientos de heridos. Se sintió el miedo.
Pero pese a todo el temor, la gente seguía saliendo a las calles y organizándose con cabildos autoconvocados, para que -entre los mismos vecinos y vecinas- se fuera conversando sobre el Chile que queremos. La participación en estas instancias fue masiva.
Y fue esta convicción demostrada por la gente -que no se rindió y siguió firme exigiendo cambios reales- la que generó que la clase política reaccionara. El gobierno tuvo que presentar una agenda social con proyectos de leyes que abordaran todas las demandas y los políticos de derecha e izquierda se pusieron de acuerdo para iniciar un histórico proceso constituyente.
Claramente, esto aún no soluciona los graves problemas de nuestro país, pero sí marca el inicio histórico de la construcción de un nuevo Chile. Porque ahora la ciudadanía tiene los ojos puestos en las acciones que tomen los políticos y está esperando que los cambios prometidos se concreten.
Muchos creen que, luego del “estallido social”, todo volvió a la normalidad. Yo estoy convencido que no es así. Creo que el nuevo Chile llegó para quedarse y que la gente lo va a demostrar.
La ciudadanía no aguantará más leyes hechas “a la medida” de los políticos, ni la famosa “letra chica” a la que tanto estábamos acostumbrados. Los chilenos y chilenas están despiertos, atentos a cómo avanzan los proyectos y estarán mirando de cerca el proceso constituyente, participando, opinando y haciendo valer su voz.
A tres meses del estallido estamos en un breve momento de calma, de espera e incertidumbre. El futuro es incierto. Pero lo real es que nada volverá a ser como antes, porque realmente “Chile Despertó”.