Los hijos de Aldo Olivares, vecino de la Villa Leonardo Da Vinci, lamentaron la triste muerte que tuvo su padre
QUILLOTA.- Hace 35 años la empresaria quillotana Ellen Campos comenzó a trabajar en el rubro funerario. Primero con su padre y luego en solitario, por lo que posee una vasta experiencia en este tipo de temas. Sin embargo, cuando se le pregunta por cómo ha funcionado todo a propósito de la pandemia, la situación cambia.
A pesar de sus años trabajando tan cerca de la muerte, reconoce que nunca se había enfrentado a una situación similar. Los protocolos sanitarios y la triste forma de decir adiós son elementos que ponen un manto aún más oscuro a estos momentos tan tristes.
Pero más allá de la particularidad de su labor, asegura que como gremio las funerarias han tomado todos los resguardos para proteger a sus trabajadores. “Hemos invertido en nuestra protección y en la de todos, comprando batas, buzos, cubre zapatos y guantes, todos desechables”, menciona.
Agrega que estas protecciones se utilizan actualmente para todo tipo de ceremonias, tanto para los Covid positivo como para los que no. Este nuevo procedimiento ya se ha hecho parte de sus rutinas y, a la fecha, ha realizado más de una docena de servicios a víctimas del mortal virus.
PROTOCOLO COVID
En medio de todos estos cambios, los nuevos protocolos son complejos incluso para los mismos trabajadores de las funerarias. Antes de la pandemia, ellos o los familiares del occiso podían vestirlo y llevarlo al lugar elegido para el velatorio; pero hoy, si una persona es Covid positivo o sospechosa de la enfermedad, su cuerpo es entregado en una bolsa sellada herméticamente.
Luego deben ingresarlo al ataúd y sellar el cajón para luego contactarse con el cementerio, entidad que debe desalojar el recinto antes de recibir un cuerpo que fue víctima del virus. Asimismo, desde la salida de la carroza hasta completar la sepultura, tienen un plazo de 90 minutos para completar toda la operación. Además, como se ha difundido, el número de asistentes al funeral no puede superar las 20 personas.
“ES UNA MUERTE INDIGNA”
El jueves 25 de junio, pasado el mediodía y en las afueras de la morgue del Hospital San Martín de Quillota, se estaciona uno de las carrozas de la Funeraria Ellen Campos, la que es acompañada a pocos metros por un grupo de cinco personas. Algunos de ellos son los tres hijos de Aldo Agustín Olivares Fuentes, de 60 años, vecino de la Villa Leonardo Da Vinci. Él, esa misma madrugada, falleció por causa del Covid-19.
Con angustia, los hijos esperan la salida del ataúd que irá directamente desde el hospital hasta el cementerio. “Lo que más nos duele en este momento es que no podamos verlo, vestirlo ni velarlo con sus seres queridos. Para mí es una muerte indigna la que tienen los que tuvieron el virus”, dice con impotencia Aldo Olivares hijo.
A los pocos minutos salen los trabajadores de la funeraria con el ataúd. Ese momento, cuando el féretro es subido a la carroza, será el más cercano que los hijos podrán estar del cuerpo de su padre. En medio de llantos se despiden para partir raudos al cementerio del Cerro Mayaca, donde todo deberá terminar en menos de tres horas.
“BASTÓ UNA IDA AL CENTRO PARA QUE SE CONTAGIARA”
Aldo Agustín Olivares Fuentes tenía 60 años y vivía desde hace más de 15 en la Villa Leonardo Da Vinci. Oriundo de La Cruz, vivió gran parte de su vida en la casa de su familia a la altura del paradero 14.
Con el tiempo la vida lo llevó a trabajar a Cabildo. Allí vendió verduras y luego se dedicó a ser operador de minería. Se casó y formó una hermosa familia, con la que se trasladó hace más de una década a Quillota, donde trabajó en una empresa de áridos hasta hace pocos meses.
El lunes 25 de mayo fu internado en el Hospital por lo que había comenzado como una simple gripe, sin embargo, nunca se pudo recuperar. Según su hijo Aldo Olivares, el virus fue muy violento en su papá y si bien le informaron en el hospital que lo había superado, el daño provocado por la enfermedad había sido demasiado grave.
A los pocos días de hospitalizado se le declaró una pulmonía. Sufrió una trombosis días después y la semana pasada terminó sufriendo un paro cardiaco, el cual su cansado corazón no pudo resistir. “Mi papá no salía a ningún lado. De su casa al trabajo, pero bastó una ida al centro para que se contagiara”, dijo con angustia su hijo.