Hay momentos que no se olvidan en la vida. Así me ocurrió a fines de agosto de 1985, cuando fui citado a una reunión donde firmaríamos lo que sería el primer documento para proponer el final del gobierno de Pinochet y el paso a una democracia, que se produjo finalmente el día 5 de octubre de 1988, hace 30 años.
Llevábamos muchos años de gobierno militar, que se expresaba en la dictadura personalizada del general. No era fácil atreverse a firmar por un cambio en medio de la violencia de Estado que imperaba en todo orden de cosas. Me había llamado mi buen amigo Manuel Lucero, un tradicional e inteligente dirigente de los campesinos de la zona. Me dijo que había invitado a treinta personas de la zona a la sede de la Federación Campesina, ubicada en calle Herboso número 8. Que no fallara a la cita porque sería histórica.
Llegamos seis y a poco hablar, uno se fue. Nos quedamos apenas cinco personas de las 30 comprometidas. No tiene sentido juzgar a nadie, pero habría sido mejor sentir que una iniciativa tan importante para generar un cambio en Chile, impulsada por la Iglesia Católica, en especial por monseñor Fresno, hubiera tenido un mayor apoyo.
Se trataba de un manifiesto en el que se proponía una transición desde el gobierno militar a un gobierno civil y democrático. Conversamos mucho esa noche sobre la falta de coraje de mucha gente, pero después de unas horas, cuando varias veces uno de nosotros se asomaba a la puerta para cerciorarse de que nadie nos estuviera espiando, llegamos a la conclusión que los tiempos se habían puesto más peligrosos que difíciles.
Firmamos y nos abrazamos. Sentíamos que se había roto la inercia y que este primer paso podría ser muy significativo (recordé el proverbio chino: “Un viaje de mil leguas comienza con un paso”). Haríamos llegar el documento a Santiago, en “representación” de nuestra zona. Si el presente político era incierto, el futuro parecía imposible, a pesar que en el 83 y 84 hubo protestas, cacerolazos u huelgas que dieron origen a los primeros síntomas reales de rechazo y resistencia a Pinochet.
Habíamos llegado hasta la sede de la Federación a pie para no llamar la atención. También nos fuimos caminando ya pasada la medianoche, contentos por haber participado en la primera acción abierta de petición de final de Pinochet y la primera propuesta de reconstrucción de la democracia. Para los cinco fue muy significativo, aunque teníamos claro que pronto ese documento se haría público y que deberíamos comportarnos a la altura del gran tema que estábamos planteando.
El tiempo corrió muy rápido, apurado por enfrentamientos, polarizaciones y odiosidades varias, sin embargo, el plazo se cumplió y el Capitán General, que gobernaba Chile desde 1973, anunció que abría los registros electorales y que haría un plebiscito para consolidarse en el poder hasta el 11 de marzo de 1997.
Quería 24 años en el poder. La gente reaccionó y comenzó a pensar en que se hacía indispensable sacudirse del militar sentado en el trono.
Comienza la gran tarea de “El Observador”: convencer a la gente que había que inscribirse, ya que sin ese paso fundamental, nada se podría lograr. Las dudas eran infinitas y nos decían que éramos ingenuos, ya que los militares harían lo que quisieran con los votos y las urnas, que nunca tendríamos una elección limpia, que era una farsa más de la dictadura.
Nosotros seguimos adelante. Comenzamos a publicar un suplemento con noticias nacionales en las que solamente se trataba acerca del cambio que Chile necesitaba. Marcábamos en cada edición los días que quedaban para inscribirse. Les dimos tribuna a todos los que estaban dispuestos a organizarse para esta gran decisión que tarde o temprano tendría que venir. Mantuvimos nuestra independencia, pero abrimos un espacio de discusión que contribuyó -desde nuestra zona- en forma decisiva al gran cambio en el país.
El plebiscito en el que ganó el No, es la votación con mayor participación en la historia de Chile. Votó el 92,1% de los mayores de 18 años del país.
El primer triunfo antes del triunfo fue la inscripción, como también lo fue haber formado una opinión pública que estuviera convencida que es mejor la democracia que la dictadura. Aunque hoy parezca increíble, eso no fue fácil.
Para la Edición Aniversario de los 48 años de “El Observador”, que se publica este viernes 5, incluiremos un completo reportaje sobre el Plebiscito en la zona.