En momentos que la Congregación Marista vive sus momentos más complicados desde que hace muchos años arribó a nuestro país, debido a las acusaciones de índole sexual, la muerte del hermano Rufino Martín Merino, viene a ratificar que no todos los hermanos pueden ser “metidos en un mismo saco”.
Nacido en España el año 1933, el hermano Rufino Martín, llegó a nuestro país a mediados de la década del ´50, para iniciar una linda labor vocacional, como parte de la congregación marista en nuestro país.
A nuestra zona arribó a la desaparecida Escuela Cemento Melón de La Calera, que los hermanos maristas administraban y donde hoy se encuentran las dependencias del Liceo San José.
Muchas fueron las generaciones de alumnos de ese establecimiento y posteriormente con el paso de los años del Colegio Diego Echeverría, que conocieron de sus enseñanzas en el ramo de las matemáticas, como también en las clases de religión y catecismo, que impartía con gran simpatía, lo que fue permitiendo que se ganara el cariño de muchos de los estudiantes.
Pero quizás donde logró un mayor acercamiento con los alumnos, fue en su labor de director del coro y especialmente como uno de los instructores de la banda del Colegio Diego Echeverría.
Su humildad y sencillez eran reconocidas entre los alumnos que también conocieron de su gran preocupación por ayudar a los más necesitados, teniendo siempre como principal objetivo que los estudiantes pudieran rendir de la mejor manera en lo académico.
Sin embargo, fue a traves del deporte que tuve la oportunidad de conocer más de cerca al hermano Rufino. El deporte era otra de sus pasiones y en varias ocasiones fue el encargado de armar los equipos del Colegio Diego Echeverría, que debían participar en las competencias del deporte escolar quillotano.
Mesurado, tranquilo, de muy bajo perfil y con la idea de ganar siempre con buenas armas, preparó a muchos de los equipos que en reiteradas ocasiones lograron alzar la copa, las que consiguieron en gran parte por su silenciosa pero exitosa labor en la preparación.
Tal como era su actuar en la vida, el Hermano Rufino se fue de esta vida en silencio, pero dejando al interior de la congregación marista, un lugar que será difícil de llenar, tal como lo manifiestan la gran cantidad de alumnos que le tuvieron como un gran profesor pero muchas veces como un amigo.