Las luchas sociales siempre han formado parte de la historia de los pueblos. En ella, se han encarnado disputas de defensa territorial, accesos a derechos, igualdad económica o liberación de yugos totalitarios. Sin embargo, con los procesos modernos, la explosión de la imagen y la televisión, además de la creación del individuo como un ser fuera de la sociedad, se había perdido de cierta forma la idea de que pueda existir una lucha por hechos implícitos, aquellos que pasan camuflados y que con el tiempo se van convirtiendo en grandes verdades inquebrantables.
Ha sido esta incapacidad de imaginar que pueden haber cosas que no son explícitas, lo que ha dificultado el entendimiento de algunos movimientos y hoy por hoy, el más visible ha sido el feminismo, corriente que habría tenido sus primeras seguidoras en la ciudad griega de Tebas, casi 300 años antes de Cristo.
Se trata de una lucha de larga data, que también pasó por el tiempo de nuestras abuelas, cuando ellas también vieron cómo quisieron mantenerlas a raya. Sin embargo, en los últimos días ha tomado un protagonismo histórico, siendo materia de discusión pública. Hoy se le escucha en boca de muchos, sobre todo, después de la proliferación de tomas feministas, donde los espacios universitarios han comenzado una evolución impensada.
En ellas, no solo existe el bien económico, el pagar menos y estar menos endeudado. No, también alberga la mirada subjetiva, el repensar las estructuras en las que se han determinado los roles de la mujer, como también del hombre. He ahí donde este tipo de movimientos sociales trasciende a todas las esferas sociales.
Y muchos se preguntarán sobre su importancia y ahí es cuando la lucha toma su lado concreto. Aquel que tiene a nuestras niñas caminando con miedo por la calle, adaptando sus rutinas, aumentando las brechas de desigualdad. Con autoridades que nos dicen que “Chile no está preparado”. Pero como en toda historia, también existen las reivindicaciones, que no solo albergan aspectos de género, sino también del entorno, como la Organización de Mujeres en Zona de Sacrificio que funciona en la comuna de Puchuncaví, o el Observatorio contra el Acoso Callejero, que ha visitado las comunas de la región, intentando inyectar la conciencia de que las luchas sociales no sólo son económicas o territoriales, sino que también responden al uso de las palabras, a la complejidad de las construcciones sociales a través de ellas y, en definitiva, a la perpetuación de la injusticia.