De todo Chile visitan la milagrosa animita del profesor Nibaldo Villegas en Limache

Publicado el at 24/12/2019
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Cientos de personas le llevan flores, cartas y rezan horas frente a su tumba para pedirle ayuda al hombre bueno que murió tan mal

VILLA ALEMANA.- No da lo mismo la forma en que la gente muere. Cada persona que fallece trágicamente en una carretera se queda con una animita a la orilla del camino, con su vela y sus flores, con su bandera y sus objetos. Ya forman parte de nuestro paisaje la gran cantidad de animitas que bordean los caminos, las que han sido construidas por familiares como una manera de mantener viva la memoria de un ser querido.

Nos dijeron que la tumba del profesor Nibaldo Villegas, descuartizado por la mujer que amaba (y que amó hasta el último día, hasta la última cita) se había transformado en una animita milagrosa al interior del Cementerio Parroquial de Limache, donde fue sepultado por su familia.

Nadie se olvida la trágica forma en que murió el querido profesor, así como nadie tampoco olvida que debió ser enterrado sin que se encontraran todas las partes de su cuerpo. Ese sufrimiento final del carismático maestro quedó en la mente de la gente y, como es costumbre, se cree que rezándole se le ayudará a finalmente descansar en paz.

Caminamos por entre las avenidas limpias que conectan con todos los espacios del camposanto, donde hay trabajadores que sacan las flores secas. No conversan mucho y si lo hacen hablan del sol, que ese día caía a plomo sobre ellos. Sólo, Alfredo López Aqueveque, quien lleva doce años como panteonero, habla sobre su oficio. “Es triste -dice- para los que quedan como deudos, pues el difunto ya está en descanso”.

También agrega que ha estado en innumerables funerales y que la popularidad de un fallecido aún se manifiesta en el cementerio. Su experiencia descarta el dicho popular que el cariño que se le ha tenido en vida a una persona se puede conocer en el momento del funeral, dependiendo del clima que haya habido el día de la sepultación.

Alfredo López dice que ha visto funerales “que han repletado el cementerio en días de lluvia; y otros casi solitarios en días de sol”. Por su parte, el supervisor Ernesto Díaz Palma señala que hay difuntos que “la gente prefiere y que viene a visitar más allá de sus vínculos personales que hayan tenido en vida”.

Es una tradición que se vive en los cementerios y una especie de justicia que se hace con la víctima de alguna muerte terrible. “Ahora es el profesor Nilbaldo (Villegas), que se ha convertido en una especie de objeto de devoción dentro del cementerio. Viene gente de todo el país, preguntando donde está sepultado. Le llevan flores, cartas y las personas están a veces largas horas rezando frente a su tumba”.

Se podría decir que el profesor Nibaldo Villegas, asesinado brutalmente por su mujer y el amante de ella, dejó en la conciencia de muchos chilenos la injusticia e inhumanidad de su muerte, por lo que la justicia de los hombres (pese a que los culpables fueron sometidos a cadena perpetua) no alcanza para cubrir el engaño, la brutalidad, la mentira y todos los agravantes que tuvo la mala muerte del profesor Nibaldo, como lo llaman coloquialmente.

Allí, sobre el inicio de la colina y donde parte el sitio E, está la tumba del profesor con las fechas de su vida, fotografías de los seres que realmente lo querían y flores frescas cada día. Además, hay mensajes escritos en algún recoveco de su abigarrada tumba, seguramente pidiendo porque haya verdadera justicia en el más allá o para pedir su intersección, un milagro o, sencillamente, la protección de esta animita de un hombre bueno, de un profesor dedicado a sus alumnos, de un padre que amó a sus hijos y de un esposo que murió descuartizado en manos la mujer que amaba.

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