Comencé a escribir estas líneas en Contagem, ciudad de 650 mil habitantes, en el Estado de Minas Gerais en Brasil. Tuve la fortuna de ser invitado a integrar una delegación que acompañó al alcalde de Quillota, Luis Mella, quien participó como expositor en el II Encontro de Felicidade y Bem-Estar, que organiza la fundación Movimente a Felicidade.
Parto aclarando que los anfitriones costearon el pasaje y alojamiento del alcalde, y que todos los privados que viajamos financiamos nuestro viaje. Y sigo aclarando que en ningún caso fuimos a hacer turismo. Fueron agendas intensas, apretadas, pero llenas de buenos momentos, experiencias, modelos a imitar y emotividad. Y claramente, lo más importante fue la confirmación de algo que ya imaginábamos: el modelo de hacer ciudad que impulsa el alcalde Luis Mella para Quillota es aplaudido, replicado y agradecido en el extranjero.
Conmueve escuchar a Andrea, trabajadora social brasileña que, en una espontánea reacción tras la exposición del alcalde, pidió el micrófono para agradecerle por la labor que su Municipio desarrolla en Quillota por el bienestar de las personas, especialmente adultos mayores. Lo mismo el arquitecto y empresario José Carlos Valêncio, del Conselho de Desenvolvimento Econômico de Maringá, en el Estado de Paraná, quien compartió el panel con Mella y le agradeció por todo lo que aprendió durante su intervención.
No son palabras de buena crianza. Los brasileños reconocen que la propuesta quillotana los inspiró para iniciar su propio movimiento por la felicidad, cuando vinieron a la ciudad el año pasado. Y es que el impulso transformador que tiene el proyecto que se trabaja en Quillota es aplicable a todo ámbito, incluso al desarrollo económico, la salud y la educación. Crecer con todos, incluyendo a todos, pero además, buscando crear una sociedad más solidaria y sana -en el sentido más amplio de la palabra- puede ayudarnos a tener una ciudad, un país, un mundo mejor. Y lo más importante, con personas más felices.
Valga decir que Sant Clair Terres, secretario de Desarrollo Económico de esta mega urbe y que con su equipo asesora a más de cinco mil empresas y emprendedores, dice que Contagem tiene mucho que aprender de Quillota y que la idea de la búsqueda de la felicidad incluso se puede aplicar en su área de trabajo, la economía y el emprendimiento.
En ese escenario -y lo he manifestado en otras columnas- duele y hasta indigna ver cómo en Quillota todavía existe gente que desacredita estas propuestas, buscando hacer una caricatura de ellas, muchas veces con mala intención o mezquinos intereses políticos. Gente que incluso trabaja en servicios públicos, que se ríe de “La Ciudad Feliz” -como la llaman- y jamás se ha detenido un segundo a informarse o meditar respecto a esta innovadora mirada de hacer política, lejos del populismo del “pan y circo” o el asistencialismo de la cajita de mercadería, que a algunos tanto les gusta y sirve, especialmente en campaña.
También hay otros que usan estas ideas casi como un chantaje, diciendo que nunca serán felices si hay un bache en su pasaje o faltan árboles en su plaza. Como si sus hijos, esposa, trabajo o pasiones no importaran, cuando son esos los elementos que deberían ser siempre el primer objeto de su felicidad y no si el hoyo de la calle está tapado (aunque siempre será mejor si lo está).
Frente a eso, prefiero quedarme con las experiencias vividas y aprendidas; el tremendo espíritu y buena voluntad de los integrantes de la delegación que viajó a Contagem o el reconocimiento de los brasileños al modelo de hacer ciudad en este pequeño territorio, ubicado a 4 mil kilómetros de su mega urbe. Me quedo con los aplausos, agradecimientos y fotografías a “Luis Mella Superstar”, a quien admiran allá casi como un gurú de la felicidad en políticas públicas. También con el acuerdo de hermanamiento que se firmará en octubre entre ambas ciudades y la disposición de los contagenses por compartir sus conocimientos y aprender humildemente.
También me quedo con las invitaciones que hizo el alcalde Luis Mella al finalizar su intervención en el encuentro: primero, a recuperar la confianza en el otro; también a tomar el destino en nuestras propias manos y dejar de culpar a los demás o pedir que otros mejoren las cosas por uno. Y finalmente, descubrir que por sobre todo, somos -y debemos ser- personas amorosas y colaborativas, en la gestión pública o privada y especialmente, en nuestro diario vivir.