Roberto Silva Bijit
Ya sabemos que nunca hay una forma para darle en el gusto a todos, por el contrario, quienes buscan ese equilibrio terminan mal con las dos caras de la moneda.
Antes fue el alcalde de Quillota, Luis Mella, que pidió la cuarentena, ahora fueron las alcaldesas de La Cruz, Maite Larrondo, y de La Calera, Trinidad Rojo, las que le solicitaron al Ministro de Salud que declarara cuarentena total por la forma en que estaba subiendo el número de los contagiados.
La gente de Quillota iba a La Calera, ahora al cerrarse la zona completa, desde Quillota, pasando por La Cruz y La Calera, una extensa área de tres comunas, con más de 200 mil habitantes, quedará recluida a una estricta cuarentena.
Y ya sabemos que no se trata de una semana, sino generalmente de cinco y seis semanas, para que la medida tenga el efecto deseado.
Nos han repetido que debemos cuidarnos, quedarnos en la casa y no salir. Qué bien por los que pueden hacerlo, porque contribuyen decididamente a bajar los índices de contagio, pero ¿qué pasa con los que tienen que salir a trabajar diariamente para ganarse el sustento de cada día? Todas esas familias que no tienen sueldos, que no tienen ahorros y que trabajan al día, se verán en la obligación de pedir permisos a la Comisaría Virtual de Carabineros para poder desarrollar sus actividades.
Las ciudades son diferentes. Cuando el alcalde Luis Mella pidió la cuarentena, no le fueron a protestar a su casa o al municipio. Tampoco lo hicieron con la alcaldesa de La Cruz, Maite Larrondo; sin embargo, en la misma tarde del viernes, hubo gente que fue hasta el municipio y a la casa de la alcaldesa Trinidad Rojo a reclamar, a pedirle explicaciones por haber solicitado la cuarentena. La alcaldesa todo lo que quiere es proteger a la gente de la ciudad, tal como lo han hecho muchos alcaldes, pero también hay vecinos que con justa razón creen que esa medida es un daño económico para ellos y para los que viven al día, para los que tienen empleos informales, para los que necesitan salir a trabajar y que el encierro los perjudica.
Llegarán más cajas con mercadería, habrá comedores solidarios, pero siempre estará vigente esa disputa entre los que agradecen la cuarentena y los que la condenan.
Habrá que tener paciencia y ver la forma en que podemos sortear los problemas que estas medidas puedan traerle a parte de la población, pero sin olvidar que la pandemia trae muerte, porque no es solamente una enfermedad, sino el final de la vida de muchas personas que son atacadas por el virus.
Habrá que buscar soluciones para que las ferias puedan seguir funcionando, al menos dos veces a la semana o algo así, para que los negocios de los barrios sigan abiertos atendiendo a los vecinos, para que las botillerías puedan quedar funcionando sin que los inspectores municipales los castiguen, porque esa es la única manera de impedir que los grandes supermercados compitan en forma injusta con los más pequeños.
En estos días, más que nunca, es cuando los vecinos comprenden que el comercio establecido es una actividad digna al servicio de la comunidad.