¿Cuándo le devolveremos al ferrocarril su gloria y su capacidad de servicio?. La permanente nostalgia que traen los trenes

Publicado el at 8:26 am
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Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”

Para el Día del Patrimonio fui a la estación de trenes de Limache y pude subir a un automotor AES11, con vagones grandes, cómodos, llenos de recuerdos y nostalgias. Mucha gente esperando para subirse, para mirarlos y admirarlos. Eran unos coches argentinos que circularon por muchos años entre la estación Puerto y La Calera. Fueron por décadas el gran trasporte público de nuestra región.

Lamentablemente, hoy son solamente “patrimonio”, una página noble del pasado.

Del Tren Rápido, ya sabemos que irá lento, a pesar de todos los discursos y de la importancia de unir Valparaíso con Santiago. Tal vez para 2030 las primeras señales. Falta mucho todavía.

Sin embargo, los trenes generan una especial atracción en millones de personas de todo el planeta. Algo pasa con sus sonidos, sus ruedas de fierro, sus colores, sus aromas a humo negro o blanco, la velocidad que van adquiriendo, los ventanales que nos llenan los ojos de increíbles paisajes, la nostalgia de tiempos pasados, el recuerdo de viajes en un tren a vapor al sur o en un moderno automotor al Puerto.

Los trenes son una pasión. Recuerdo una vez a Don Francisco en su programa de los sábados, entrevistando a un maquinista, que le dijo de memoria y sin parar, como si fuera una locomotora, los nombres de todas las estaciones entre Iquique y Puerto Montt. Cuando don Francisco lo felicita, el maquinista le dice que no ha terminado y comienza a recorrer, nombrando cada estación, los principales ramales de la extensa red ferroviaria chilena.

Es que gran parte del desarrollo se lo debemos al ferrocarril, ya que todo se movía en carretas hasta que apareció este animal de fierro, que echaba humo por las narices y corría sobre un riel. Fue en 1863 cuando se inauguró la línea que unía el primer puerto con la capital. Todo cambió, porque pudimos trasladar todo tipo de mercaderías, durante casi setenta años, hasta antes que aparecieran los camiones, en 1920. Hubo hasta Ministerio del Ferrocarril y varios miles de empleados, que terminaban apasionados con su empresa, pegados para siempre con los trenes y su historia.

Los trenes son un tema pendiente en Chile. Nos falta que, de una vez por todas, se puedan concesionar las líneas a alguna empresa especializada, que nos brinde el servicio que este flaco país podría tener, con máquinas que crucen la mitad de la nación en cuatro horas, como ocurre en Europa.

Hemos dejado a los trenes en el olvido, hemos destruido las estaciones, hemos aplastado la historia fundamental que ellos nos ayudaron a escribir. Todas las estaciones de nuestras ciudades fueron por más de 150 años el lugar del encuentro y la despedida, de las risas y los llantos, el espacio más sentimental de nuestros pueblos.

Quise escribir todo esto pensando en la Catedral de los Trenes, la estación más grande del mundo, la Estación Central de Nueva York, en su inmenso hall, pensando en la estación de Limache, el ramal a Quintero que salía de San Pedro, la estación de Quillota con sus palmeras, la gran estación de La Calera, que conectaba con el norte y con la Provincia de Petorca, todos esos recuerdos y mucho más entre humo de locomotoras y despejados automotores.

¿Cuándo le devolveremos al ferrocarril su gloria y su capacidad de servicio?

 

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