Crónica de un “desastre” anunciado

Publicado el at 26/04/2017
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Omar Valdivieso Véliz, escritor.

Aparecieron de pronto con sus cascos y su indumentaria cuasi extraterrestre. La Municipalidad había licitado una vieja ilusión, por fin se haría el alcantarillado que tantos años había sido solo una más de las promesas de campaña. El Alcalde -a caballo de ese portento- tendría asegurado nuestros votos y, coincidentemente, se iniciaban las acciones con el tiempo necesario para entregarlas en vísperas de las últimas elecciones.

Pero las intempestivas lluvias de octubre revelaron que no se habían tomado en cuenta las recomendaciones que los viejos habitantes de nuestra caleta hicieron a los ¿ingenieros? de las obras. La calle principal de la caleta es el lecho de un antiguo riachuelo que recibía las caídas de agua de todas las zonas aledañas. Si se tomaban simples precauciones desviando las corrientes de aguas, se podía evitar el desastre que dejó la última lluvia, un gigantesco zanjón en que cayeron autos y postes de luz. Se abrieron los mismos hoyos una y otra vez, tantas veces, que provocaban la risa de los habitantes.

Resultado final, el alcalde no ganó su reelección, la calle principal sigue sin pavimentar en la mitad que corresponde al Municipio, las obras aun están inconclusas y la nueva Alcaldesa está con un tremendo dolor de cabeza”.

Se me ocurre que la empresa fue articulada luego de ganarse la licitación, donde los ingenieros brillaban por su ausencia. Un joven que vendía café en las mañanas apareció de casco blanco dirigiendo al personal y aunque no tengo nada en contra de una persona que se gana la vida en forma honesta, sí me pareció extraño. No vimos fiscalizaciones y no apareció ningún funcionario preparado para ello. Mientras tanto, la empresa Sol del Pacífico, aprovechando la situación, dejó abandonado su terminal en el centro del pueblo, saliendo por un sector alejado, obligando a sus pasajeros, entre ellos viejos y minusválidos, a ir a tomar el servicio a varias cuadras, aun en días de lluvia.

Las alcantarillas se llenaron, se saturaron, la población de la caleta se cuadriplicó en el verano y Horcón se convirtió en una cloaca gigantesca. El hedor invadió los lugares más inverosímiles y los camiones extractores municipales salvaron la situación al filo de la campana, justo cuando existía el riesgo de que el Ministerio de Salud cerrara la caleta con total perjuicio para restaurantes, pescadores, artesanos y arrendatarios, quienes salvan el año durante el verano.

Resultado final, el alcalde no ganó su reelección, la calle principal sigue sin pavimentar en la mitad que corresponde al Municipio, las obras aun están inconclusas y la nueva Alcaldesa está con un tremendo dolor de cabeza. Nosotros sabemos que cada cierto tiempo va reventar a alguna cámara y su inmundicia caerá hacia la playa. Es que, sin ser brujos, sabíamos que eso era la “crónica de un desastre anunciado”.

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