Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”
La delincuencia no es un fenómeno nuevo. Hemos visto que desde hace décadas se va asentando entre nosotros y pareciera que todos estamos dispuestos a hacerle un lugar en nuestra sociedad.
Lo que es nuevo es su desmedido crecimiento, las nuevas formas que ha ido tomando, el cruce con las drogas, la debilidad de las leyes que tienen que aplicar los magistrados, la irrelevancia del sistema carcelario.
Los homicidios cuestan menos tiempo en la cárcel que antes. El asesino de Ámbar venía de cometer dos crímenes feroces y estaba libre, por eso pudo matarla sin contemplaciones de ningún tipo. Los que mataron al profesor Nibaldo siguen mandando escritos desde la prisión para intentar rebajar sus condenas, seguros que el método les ha resultado a muchos otros reos. Aparecieron los sicarios, que por poca plata se encargan de matar a quienes les indiquen. La llegada de los extranjeros indocumentados permitió que cruzaran la frontera bandas de delincuentes experimentados en tarjetas bancarias, joyerías, salida de bancos, cobranzas por droga impaga, asaltos en casas habitadas. Cada día aumentan las denuncias por secuestros o intentos de secuestro, a tal punto, que se materializan antes de que se entere la policía, porque piden como rescate sumas posibles, como 300 mil pesos o medio millón de pesos. Es el complejo secuestro express. Llegó el temido “Tren de Aragua”, grupo venezolano con “oficinas” en toda nuestra zona. También hay “representantes” de carteles mexicanos. Chile es un país atractivo para los delincuentes.
Los índices de delincuencia siguen subiendo. Por ejemplo, en La Ligua, el robo de vehículos ha tenido un crecimiento del 211% y se produce al menos un robo con fuerza al día, según la estadística en lo que va corrido del presente año. En Papudo los datos de Carabineros registran un crecimiento del 600% de los robos en las últimas semanas. En La Calera se comete un delito cada cuatro horas. En los últimos cuatro meses se han cometido tres homicidios en Quillota, sin contar todos los disparos a quemarropa en diferentes poblaciones de la ciudad. Hay también cifras alarmantes con los asaltos a casas en sectores rurales y en segundas viviendas en balnearios.
En todas nuestras ciudades, los municipios han tratado de aumentar el número de vehículos destinados a seguridad ciudadana, así como la cantidad de cámaras de televigilancia. Igual cosa ha pasado con la renovación de los planes cuadrante.
Pero igual estamos acorralados por los delincuentes, que tienen a su favor leyes blandas, gracias a las cuales pueden entrar y salir de la cárcel sin mayores problemas y por el delito que sea. Otro factor clave es la crisis de personal en Carabineros, debido principalmente a las campañas de desprestigio que han debido sufrir por tratar de mantener el orden. Más de mil mártires de la institución demuestran el peligro de ser los encargados de darles tranquilidad a los vecinos.
La situación de inseguridad que vivimos necesita de grandes esfuerzos para ser corregida, pero por sobre todo, se necesita que el gobierno tenga la voluntad de asumir este descontrol que genera tanta incertidumbre en las familias.
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