Roberto Silva Bijit
Hace rato que vemos pasar un elefante en patines por la mitad de la calle y ya no nos asombra. Es que son tantas las situaciones complejas que estamos viviendo que nos terminaron quitando la capacidad de asombro.
Millones de personas marcharon por no más AFP y la forma de reaccionar del Congreso y el Presidente, en vez de legislar el cambio de sistema, es seguir entregando cuotas del 10% para dejar sin pensiones a mucha gente. La violencia desatada sacudió nuestras ciudades y la vimos actuar impunemente y con políticos que la aprobaban. Los parlamentarios -que son los peor calificados en nuestra sociedad- siguen manejando los hilos de nuestra historia y ahora se preparan para arremeter con los constituyentes, después que votamos expresamente para que ellos se quedaran afuera de la redacción de la nueva Constitución.
El elefante sigue haciendo equilibrio en sus patines y nosotros seguimos sin asombrarnos, como ocurre por ejemplo con los repetidos delitos llamados “ajustes de cuentas”, que no son otra cosa que delitos vinculados a los narcotraficantes.
La estadística dice que estos delitos subieron en Chile un 34 % en un año. Las páginas de “El Observador” dicen que por lo menos tres o cuatro veces al mes se comenten delitos por droga en nuestra zona. A veces disfrazados como riñas o disputas, pero siempre entendemos que se trata de unos cuchillazos o unos balazos que una banda le da a un miembro de la otra para recordarle que le debe una plata o que se está metiendo en la zona donde ellos controlan la venta de la droga.
En Quillota hay tres referencias dramáticas: unos balazos en pleno estadio, un tiro a quemarropa en plena Plaza de Armas a las dos de la tarde y un tiro certero frente al mall. Todos con causa de muerte. Todos con droga de por medio. Todos sin culpables. Todos con armamento especializado. Todos con bandas detrás o con aires de sicariato.
Nos podemos hacer los lesos y mirar para otro lado cuando el elefante sigue haciendo equilibrio sobre los patines, pero cuando abramos los ojos será demasiado tarde y tendremos a los narcotraficantes metidos por todas partes.
El control del territorio en el mercado de la droga se ha vuelto una pesadilla en muchas poblaciones y en muchas ciudades. Los ajustes de cuentas, los fuegos artificiales para indicar la llegada del “producto”, la presencia comprobada de sicarios a los que les pagan por matar o herir a adversarios y las quitadas de droga a grupos que operan ingresando drogas, se han instalado en nuestra región.
Frente a esta situación resulta incomprensible la falta de control sobre las armas, cada vez más sofisticadas. Hace dos años que se tramita en el Congreso una reforma a la Ley de Control de Armas, para conseguir más eficiencia, detectar el ADN balístico y poder trazar desde donde vienen las municiones que disparan. También se hace necesaria una mejor y más rápida resolución judicial, para evitar la reiterada impunidad.
Cada vez con más fuerza el narcotráfico está penetrando en nuestra sociedad y pareciera que no nos damos cuenta de los problemas, delitos y homicidios a los que nos enfrenta.