Por Roberto Silva Bijit
Fundador de “El Observador”
Lo primero que uno debería analizar al hablar de la Convención Constituyente es que tiene un pésimo sistema de comunicación frente al país. Nunca hay claridad de lo que están tratando y siempre las informaciones resultan contradictorias. Se supone que los convencionales deberían estar preocupados de lo que piensa la gente, de la forma en que se enteran los ciudadanos de lo que ellos están haciendo. Pero parece que eso no les importa, como lo demuestran tantos hechos que nos llevan a la desinformación.
Tiempo tampoco queda mucho, porque deben terminar en agosto, es decir, casi seis meses más, un período de tiempo muy corto para una tarea tan grande.
De la película de la Convención no tenemos un guion que nos permita entender la cinta. A ratos nos pasan una serie de imágenes. Y en otros ratos todo es oscuro. Cuánto han caminado, qué han propuesto concretamente, hacia dónde vamos con la institucionalidad chilena, es una verdadera incógnita.
Ya sabemos que están muy divididos y les cuesta mucho llegar a acuerdos. Los que dijeron que era muy democrático votar nueve veces para elegir a su directiva no estaban pensando que esas personas tendrían siempre que llegar a acuerdos para poder, finalmente, presentar una Constitución para que sea aprobada o rechazada.
Ya lo decía el ex rector de la Universidad de Valparaíso, el constituyente Agustín Squella, cuando escribió: están elaborando “un texto constitucional para un completo país y no solo para una parte de este, puesto que siempre hay tentación, de lado y lado, de inclinarse por aquella parte del país a la que sentimos pertenencia en cuanto creencias, ideas, modos de vida, interpretaciones del pasado, planteamientos sobre el futuro, intereses”.
Esa es la mirada amplia que todos queremos escuchar, pero todavía el panorama está confuso. Como señala Squella, la Constitución será un paso adelante, un texto para el siglo XXI. “Una Constitución para vivir mejor el futuro y no para ajustar cuentas con el pasado”. También reflexiona sobre la necesidad que ellos tienen de lograr amplios acuerdos ahora, “puesto que de ese modo se prepararía el camino para alcanzar luego en el pleno el difícil quórum de 2/3”.
Las opiniones en todos los sentidos son encontradas. Luis Mayol, constituyente de RN: “Hay gente que cree que no está haciendo una Constitución, sino una revolución”. Patricio Zapata, constituyente DC: “me parece muy negativo que no se acojan indicaciones de los convencionales de Vamos por Chile. ¿Cómo no va a haber alguna idea buena? ¿Y cómo les decimos después que esta es la casa de todos?”. Camila Zárate de Pueblo Constituyente, se refiere a los que han planteado el fin del extractivismo: “Lo que queremos es avanzar en un modelo posextractivista para cambiar la actual matriz productiva que está muy cargada a la exportación de minerales con bajo procesamiento”. El constituyente Patricio Fernández se pregunta: “¿Tenemos del todo claro que el gran valor por proteger se llama la libertad de expresión y aquellos momentos en que puede estar limitada tienen que ser cuidadosísimamente pensados?”.
Pero el rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, es totalmente lapidario cuando escribe: “En muchos convencionalistas y en muchas de las iniciativas que se han presentado hay tonterías o ideas mal fundamentadas y casi siempre una confusión conceptual que en un estudiante universitario resultaría inaceptable”.
Y eso es lo que nos han transmitido desde la Convención: una confusión conceptual.