Hace unos días, mientras le ayudaba a mi papá a pagar su permiso de circulación vía “on line”, me hizo un comentario que me quedó dando vueltas un buen rato.
Justo cuando yo hacía “click” en el botoncito “pagar”, mi papá comentó: “Más plata para hacer lomos de toro… al final pagan justos por pecadores”.
La verdad, en el momento no le tomé el peso a su afirmación, sin embargo, cuando venía de vuelta desde su casa -en Villa Alemana- rumbo a Quillota, lo recordé (y con cierta sensación de rabia), especialmente cuando en Limache debí sortear tres de estos reductores de velocidad.
Y tiene razón. Al pagar el Permiso de Circulación se le entregan recursos a las municipalidades, que representan un no despreciable porcentaje de sus ingresos, los cuales se destinan a financiar planes sociales, de educación, salud y una serie de necesidades que no es necesario detallar, pero que todos conocemos.
La instalación de “lomos de toro” es un gasto no menor -del orden de los tres millones y medio de pesos por cada uno, incluyendo desde materiales hasta ingenieros- y que busca mantener a raya a unos pocos irresponsables que gozan con la velocidad, pero que obliga a todos los conductores que cumplen la ley a transitar a saltos y con “ojo al charqui”.
Lo que se necesita es una buena multa, que duela harto, para entender que, en el fondo, se trata de respetar la vida de los demás”.
Esto último porque, en muchas comunas, la construcción de estos elementos de seguridad no obedece a especificaciones técnicas adecuadas -hay de todos los portes y formas- y su demarcación y señalización dejan mucho que desear.
Así, un conductor que transita a 50 km/hr., puede pegarse un buen “pencazo” con estas estructuras porque simplemente la pintura ya no se ve o porque la forma que se les da no es la precisa para mantener el vehículo indemne.
Si bien son medidas efectivas y muy solicitadas por las juntas de vecinos para evitar a los locos del volante, también es necesario considerar a quienes se ven obligados a circular a saltos sin tener arte ni parte en ello. Si no me cree, pregúntenles a los que deben pasar diariamente por el sector de Los Laureles en Limache, donde hay alrededor de una docena de “lomos”.
Aquí nuevamente toma sentido la necesidad de tener policías comunales que se hagan cargo de multar a los irresponsables, especialmente ante la sobredemanda que tiene Carabineros y por la imposibilidad de cursar multas cuando los conductores “solidarios” se avisan cuando la autoridad está fiscalizando. Gracias a esos ?cambios de luces? todos bajan la velocidad y pasan como angelitos, pero llevan al resto a transitar a brincos, cuando -en realidad- lo que se necesita es una buena multa, que duela harto, para entender que, en el fondo, se trata de respetar la vida de los demás.