Roberto Silva Bijit
El Presidente dijo una verdad del porte de una catedral: se necesitan menos diputados y menos senadores para legislar. Su propuesta fue bajar los diputados a 120 y los senadores a 40.
Se quedó corto. Lo que necesitamos es un Congreso con una sola cámara, con un máximo de 60, repartidos proporcionalmente por la población de cada región. Cada uno de ellos con tres asesores legislativos que los ayuden a pensar bien las leyes y evitar que digan tan sueltos de cuerpo como dijeron con la ley del pronto pago, que se les había pasado. ¡Se les pasó a 150 diputados! ¿No será mucho?
En todo caso, la galería no solo del Congreso, sino de todo Chile está aplaudiendo la iniciativa, porque hace mucho rato que los abusos y los excesos en el parlamento requieren una corrección. Mucho sueldo, mucho viático, poco trabajo, poco rendimiento.
El Palacio de la Egolatría como lo han llamado en estos días requiere con urgencia un ajuste para modernizarlo y ponerlo a tono con los requerimientos de la ciudadanía. Siguen siendo los peor evaluados, los calificados con más malas notas en todas las mediciones que se realizan en Chile.
Se ha podido establecer que no solo recibieron recursos para sus campañas políticas, sino también recibieron dinero de las empresas para hacer las leyes a la medida que dichos grupos económicos necesitaban. Todos los problemas son dinero. Mucha gente detrás del dinero en forma desaforada.
Hace muy poco, sin gritar mucho (cosa que hacen repetidamente) se subieron sus ingresos en 500 mil pesos más, para poder “mejorar” sus viáticos. Ahí están todos de acuerdo y nadie se opone como para juntar fuerzas e impedir el aumento. Cuando se trata de dinero son un saco roto y no se nota si son de oposición o gobierno. Todos juntos, como hermanos, para sacarnos más dinero a los contribuyentes chilenos.
El aumento es una burla si pensamos en los sueldos mínimos del país. El sueldo que reciben es una burla si pensamos en los días que trabajan a la semana. Tampoco nadie les controla ni la hora de llegada ni la hora de salida.
Pero, lamentablemente, estamos seguros que esas buenas intenciones del Presidente quedarán en eso, en buenas intenciones, en palabras lindas de un discurso, pero no podrán ser realidad. No logrará ni cambiar la Constitución ni rebajar en uno solo los cargos parlamentarios, porque se lo impedirán los mismos parlamentarios. Ellos se van a oponer con dientes y muelas a que les quiten -aunque sea en un milímetro- sus prerrogativas de poder.
Pasan muchos tiempo en cócteles y reuniones sociales, (no se quieren perder ni un canapé) se ausentan del país con frecuencia, se escudan en el fuero parlamentario para decir cosas sin fundamento y se ven obligados a andar corrigiendo las leyes porque las hacen mal.
Hay que pensar que para evitar el binominalismo, hace dos años se cambió la ley y se aumentó el número de senadores y diputados. Esa gente todavía no termina su primer período. A los senadores les quedan seis años más. Todo es muy confuso. Parece una reforma a medias o simplemente un volador de luces para mejorar la imagen presidencial en las encuestas.
Tiene poco de realidad y mucho de fantasía y cuando eso pasa en la política, quiere decir que vamos muy mal.
