Por: Carolina Villar Santander
Jefa de carrera Psicopedagogía
Escuela de Educación – Universidad Viña del Mar, (UVM).
OPINIÓN.- El extenso periodo de suspensión de clases por el paro de docentes, pertenecientes a los Servicios Locales de Educación Pública (SLEP) de la Región de Atacama, afectó a más de 30.000 estudiantes de distintos niveles de enseñanza. Finalmente, y luego de 73 días de manifestaciones, se espera poner fin a las movilizaciones, para retornar a clases idealmente a partir de la próxima semana.
Los propios docentes han solicitado denominar esta situación, como una: “emergencia educativa”, y así es como lo debemos considerar, toda vez que su impacto en el desarrollo de los aprendizajes integrales de los niños, niñas y jóvenes, que han dejado de asistir a clases, ha sido tremendamente negativo desde los diferentes puntos de vistas que se examine, pues la escuela es un apoyo al aprendizaje, al desarrollo integral y a las familias, especialmente en situación de vulnerabilidad, el no acceso a la educación no solo limita una vía al conocimiento, sino que además les impacta a nivel social, emocional, psicológico y el desarrollo de habilidades prácticas, entre otras.
El cambio de rutina impacta nuevamente en el funcionamiento ejecutivo de organización y planificación de las actividades de la vida diaria, y en las dinámicas familiares que han debido nuevamente reorganizarse ante este nuevo cambio contextual. Si bien, producto de la pandemia padres y tutores tuvieron que aprender a hacerse cargo del proceso de aprendizaje de sus hijos e hijas en el hogar, este no es el caso, puesto que el cierre de los colegios solo afecta a los y las estudiantes, mientras que adultos deben cumplir con sus rutinas laborales con normalidad y suponiendo que estas son de forma presencial, el cuidado de los y las menores queda tercerizada a personas que no necesariamente cautelarán mantener los hábitos de estudio en el hogar. Situaciones que aumentan la exclusión, deserción escolar y acrecientan las brechas especialmente en niños, niñas y jóvenes que presentan dificultades para aprender, impactando en su trayectoria educativa.
Teniendo en cuenta que ya existe fecha estimada de retorno a clases, algunas de las recomendaciones para un regreso “emocionalmente” seguro podrían ser: priorizar contenidos esenciales del currículum ayudando a los y las estudiantes a establecer rutinas de trabajo y estudio que les permitan conciliar la vida personal con los estudios, diversificando metodologías que promuevan más práctica que teoría, enfatizar en el trabajo en equipo para promover habilidades como la coordinación, colaboración y relaciones positivas, implementar actividades de aplicación, utilizar el juego como estrategia para el trabajo de temáticas de contenido extenso, no supeditar la exigencia del tiempo por sobre la calidad del aprendizaje y el bienestar socioemocional teniendo en cuenta que, ambos son factores que deben ser trabajados de forma mancomunada para promover aprendizajes integrales.
A las familias, se recomienda idealmente proveer espacios idóneos para el estudio (un lugar cómodo, aislado del ruido, con mesa y silla apropiados, buena ventilación e iluminación), cautelar espacios y horas apropiadas de sueño, buena hidratación y nutrición. Mantener las rutinas de estudio no solo en tiempos de asistencia a clases, pues los hábitos se adquieren luego de repetirlos de forma reiterada por un espacio de tiempo prolongado, recordando que la suma de todos estos factores clave aumentará la posibilidad de tener mejores probabilidades de éxito en la historia de la vida académica a lo largo de toda su vida, ya que la estimulación y el ambiente son fundamentales para su desarrollo.