Cínicos. Así es la mayoría de quienes hoy buscan rentabilidad electoral, rasgando sus túnicas escandalizados ante los atroces abusos que se cometen dentro de centros del Sename, sean de administración directa o entregados a instituciones privadas.
Cínicos, porque todos, de alguna forma, pudieron hacer algo antes de la muerte de 1.300 niños y la vulneración de otros cientos (o miles) que no han muerto físicamente, pero les han matado el alma.
Cínicos, porque, cuando algunas direcciones del Sename levantaron la voz y empezaron a cursar sumarios ante casos de abusos, se levantaron gremios acusando persecución (con buenas intenciones o mero interés corporativo), aturdiéndonos con el debate político y no con el sufrimiento de los niños.
Cínicos los parlamentarios que hoy se levantan ruborizados y, con lágrimas en los ojos, demandan soluciones, cuando ninguno fue capaz de frenar el cuoteo político desde el cual se ha designado a directores del Sename, poniendo en cargos a incompetentes que no han podido parar este escándalo.
Cínicos nosotros, cuando nos organizamos para oponernos a que un centro del Sename se instale cerca de nuestras casas”.
Cínicos, porque hoy la derecha dice que quiere la cabeza de Javiera Blanco para dar una señal de responsabilidad política, cuando en realidad pretende hacer otra zancadilla a la Presidenta Michelle Bachelet, que la nombro torpemente como integrante del Consejo de Defensa del Estado.
Cínicos en la Nueva Mayoría, porque hicieron un plan para blindar a su ex ministra de justicia, pero no les importan un ápice las tremendas irregularidades que describía un informe lleno de crueldades brutales.
Cínicos nosotros, cuando nos organizamos para oponernos a que un centro del Sename se instale cerca de nuestras casas.
La semana pasada visité el Hogar Nuestra Señora de Los Desamparados de La Calera, que trabaja para dar protección a 40 niños derivados de los Tribunales de Familia. No recibe menores infractores de ley, porque reconocen que no son capaces de hacerse cargo de ellos, pues requiere habilidades técnicas mayores y sería irresponsable hacerse cargo de ellos. Su trabajo es hermoso, porque lo hacen con cariño y eso se nota en los niños que conocí. Un trabajo de la Iglesia Católica, a través de la Congregación Avemariana y el Refugio de Cristo, que hace rato necesitaba ver, para activar el botón de reinicio en mi fe.
Porque rehabilitar socialmente a un niño infractor de ley o víctima de abusos graves cuesta caro. Tan caro como hacer autopistas de 4 vías o sistemas de transporte público. Pero recuperar el alma de esos niños es tanto o más importante que la modernización del país. Porque devolverles la alegría moderniza nuestros corazones, nos enseña a hacer un Chile más sensato.
Pero la tarea es difícil. Porque, antes, habría que dejar para siempre ese egoísmo guía el debate público actual, que en el “Caso Sename” se ha ejercido de manera tan burda y cínica.