Chile: un país siquiátrico

Publicado el at 12:51 pm
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Por Roberto Silva Bijit
Fundador de “El Observador”


Me imagino a Boric sentado en un diván siquiátrico preguntándole al doctor: ¿Cómo me pudo haber ganado Kast?

Me imagino a Kast sentado en un diván siquiátrico preguntándole al doctor: ¿Cómo le pude haber ganado a Boric?

Me imagino a Parisi pidiéndole a su doctor que le explique las razones de por qué tanta gente lo siguió con su voto, dándole el tercer lugar.

Me imagino a Boric y Kast en una terapia conjunta preguntándole a un doctor cuál fue el secreto del triunfo de Parisi y la mejor forma de negociar con un tipo que no paga la pensión de sus hijos, que se asila en Estados Unidos, que arrasa con Sichel, Provoste y ME-O juntos y que no viene presencialmente ni siquiera el día de la votación.

La verdad es que el panorama no es muy alentador. Los tiempos que vienen no se ven para nada fáciles. Ganó la extrema izquierda y la extrema derecha. Desapareció el centro. Tendremos que elegir entre dos extremos, lo que siempre es inconveniente.

La suma de votos de Kast, Sichel y Parisi dejan a Kast como Presidente de Chile. Los votos de Boric, Provoste y ME-O dejan a Boric en el segundo lugar. Pero si Boric conquista a Parisi (se atrevió a nombrarlo en su discurso de anoche) entonces puede ser Presidente de Chile.

Tendremos que ir a votar para la segunda vuelta el domingo 19 de diciembre, o sea, en menos de un mes más. Ese día no hay que quedarse en casa, hay que participar y mejorar el destino de Chile. No votar es dejar que los demás decidan por uno, y en una elección crucial para el país.

Asistiremos a todo tipo de descaradas negociaciones, donde muchas cosas se callarán o esconderán para tratar de ganar adeptos. La cosa es llegar al poder, sentarse en el sillón de O’Higgins y mandar en Chile, repartir cargos, manejar un gran presupuesto y creer que se puede (dependiendo de quién gane) reformar o refundar Chile.

Ninguno de los dos que pasaron a segunda vuelta la tiene fácil, ni para ganar la elección ni para gobernar los complejos cuatro años que vienen, sin plata, con convencionales portándose mal y una polarización muy dañina para la construcción de un mejor país.

También se la jugarán en un escenario de miedos. Miedo al “cuco” del comunismo, miedo al “cuco” del pinochetismo. Miedo, que es el peor consejero en la toma de una buena decisión. Hay que tenerle miedo al miedo, que todo lo complica y que no deja ver bien la realidad.

Esperemos que las definiciones del país que queremos, del gobernante que queremos para los próximos cuatro años, no sea mirando al pasado, sino pensando al presente y el futuro. Una mirada más amplia que la que hoy parecen tener los líderes de los dos conglomerados ganadores.

La historia enseña que moverse en los extremos siempre trae malas consecuencias, por eso, a pesar que tenemos que elegir entre dos polos opuestos, hay que seguir pensando en la mejor forma de reconstruir un centro político equilibrado, donde impere el diálogo, donde todos condenen la violencia, en que todos sobrepongan los intereses personales en beneficio de los grandes y postergados intereses de la nación.

El escenario que viene durante las próximas semanas estará plagado de promesas, muchas de ellas, sino la mayoría, que jamás podrán cumplir, pero que igualmente las pronunciarán, a la espera de dar explicaciones o dejarlas en el olvido, tal como lo hacen todos los candidatos, en especial ahora, cuando cada uno se juega los descuentos para llegar a La Moneda.

La elección dejó cicatrices que costará curar completamente. La más grave es que para gobernar Chile los electores no quieren a la gente del PS, PPD, PR, DC; RN y UDI. Es decir, nada con el centro y desarmando ese eje fundamental para un país que significa un conjunto de partidos y líderes que son equilibrados, que respetan el Estado de derecho, que cuidan la institucionalidad, que defienden la libertad de expresión como la base de todas las demás libertades, que consideran que la democracia representativa es el mejor de los sistemas políticos para gobernar a un pueblo.

Costará un tiempo volver a ese centro, reconstruirlo, hacerlo valer en la conciencia de las personas, porque por ahora, en medio de la violencia de las redes sociales, entre la violencia de la cruel realidad de las AFP o los insuficientes sistemas de salud, acosados por la violencia diaria y continua de los delincuentes y los narcotraficantes, parece que nos seguimos alejando de ese centro que nos defenderá de los excesos, que nos ayudará a llegar a acuerdos y a vivir en una sociedad que se respeta más.

Kast y Boric estarán desde hoy en el medio de todas nuestras preocupaciones y veremos cómo ese ambiente líquido previo a la elección, que generaba tanta incertidumbre, no desaparecerá tan fácilmente de nuestro escenario cotidiano. Cuesta entender cómo reconstruirán las mayorías que necesitan para llegar a conformar un gobierno que nos ofrezca estabilidad. El Frente Amplio y el PC solos ya tienen suficientes diferencias como para invitar al PS o la DC a su programa de gobierno, con fuertes diferencias económicas, valóricas y políticas. Lo mismo le pasará a Kast, que tendrá que dialogar y ceder frente a los votantes de Sichel y los de Parisi, con los cuales tiene muchísimas diferencias de todo tipo.

En el fondo, la rigidez de pertenecer a una posición extrema, les hará más difícil la posibilidad de negociar, ceder y entenderse, para poder ofrecer un nuevo programa, reformulado y con las propuestas de todos los sectores con los que se van a juntar. Pero los acuerdos no serán solo para el día 19 de diciembre, sino para los próximos cuatro años en el poder.

Chile sigue viviendo una compleja incertidumbre.

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