El fin de semana hubo fiesta en las casas. La mamá fue celebrada por tener hijos, por ser parte fundamental de la familia, por asumir esa tremenda responsabilidad (que dura hasta la muerte) de tener hijos, criarlos y educarlos, darles valores y hacerlos buenos para la vida y buenos con los demás.
Pero sigue creciendo el número de mujeres que no quiere tener hijos, sean matrimonios o convivientes, da lo mismo, lo que importa es la decisión que va en aumento, de mujeres que sienten que la maternidad no es lo suyo.
En los últimos 25 años, el número de mujeres que viven en pareja y que no quieren tener hijos se duplicó. Las cifras son indesmentibles. Según el análisis de las encuestas Casen, entre 1990 y 2015, el porcentaje de parejas sin hijos se duplicó, pasando de representar el 17% del total de parejas, al 32%. O sea, que si en el año 1990 había 447.090 parejas sin hijos, en el 2015 había 1.103.374.
Estas son las señales y las cifras que hay que revisar para entender que estamos viviendo en una sociedad que vive profundos cambios y que va dejando atrás una serie de situaciones que ayer nos parecían normales y razonables.
Si antes las mujeres querían realizar solo su rol de madres, hoy en día tienen muchas más alternativas”.
La tasa global de fecundidad (cantidad de hijos promedio que tiene una mujer) es lo que ha bajado. Si en el año 1960 las chilenas sostenían un 5,49 de fecundidad, en el 2015 bajó a 1,85, según los datos del Instituto Nacional de Estadísticas. Esa tasa a nivel mundial alcanza al 2,5, por lo tanto en Chile estamos bajo el promedio mundial. Para los analistas el caso de Rumania es el más patético, ya que la tasa de fecundidad es tan baja, que de los 20 millones de habitantes que tiene hoy día dicho país, para la mitad del presente siglo habrá perdido un tercio de su población.
Para los expertos esta considerable baja tiene sus razones en muchos aspectos de la nueva sociedad que estamos viviendo.
Partamos porque se aprecia con facilidad un cambio de prioridades: si antes las mujeres querían realizar solo su rol de madres, hoy en día tienen muchas más alternativas: el trabajo, los viajes, el departamento propio, la búsqueda personal de la felicidad, los estudios y la adquisición de otros bienes materiales.
Este fenómeno ocurre en sociedades donde existe un normal desarrollo económico y un orden político estable, que posibilita a que algunas personas ya no busquen familias extendidas sino su autodesarrollo profesional.
También contribuye a que las familias que tienen hijos quieran tener menos, aceptando que uno o dos son suficientes para formar una familia. Muchas veces influye en esta decisión la arraigada idea de darles a los hijos una vida y una educación mejor que la de los padres, por lo tanto, con menos hijos es mejor lo que se les puede dar.
Como telón de fondo de esta situación, la falta de hijos impulsa a invertir la pirámide poblacional, provocando el envejecimiento de la población, lo que significa que hay menos personas activas que pueden sostener la vejez de muchos, lo cual provoca problemas en las pensiones, influye en la producción y en el desarrollo de los países.
Aunque parezca increíble, crece el número de mujeres que no quieren celebrar nunca el Día de la Madre.