Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”
En la entrevista que le hicimos el año pasado al músico Luis Le-Bert, aseguró que la cueca nació en Quillota. Dijo con entusiasmo: “La cueca se inventó aquí en Quillota y se tocaba con cultrunes y djembés”, refiriéndose a que fue un baile que trajeron los esclavos negros que cruzaban desde el Atlántico al Pacífico, en dirección a los países de más al norte.
Siempre se discute sobre el origen de la cueca y pocas veces se llega a una conclusión segura. Los menos dicen que deriva de la zamacueca peruana, (o zamba clueca) lo que nos parece improcedente porque son ritmos diferentes. También hay quienes la trasladan al fondo de nuestros tiempos coloniales, como un baile de origen español, pero en esa época los bailes eran mucho más rígidos y con bastante menos movimientos que la cueca. Hay también un estudio que la muestra como proveniente de la música andaluza, que los árabes dejaron en España durante la larga ocupación de más de ocho siglos en la península Ibérica. Para el gran musicólogo chileno, Samuel Claro Valdés, “la cueca no es un brote, un renuevo ni un ramaje del viejo tronco andaluz, sino que la obra maestra del canto de los árabes, que sin revoques de ninguna especie fue trasplantado enteramente al suelo de América”.
En lo personal, después de revisar muchos textos y propuestas sobre el tema, creo que lo más acertado proviene de una versión que presenta el investigador del folclore nacional, Hernán Arenas, quien afirma que la cueca fue introducida por los negros de Guinea en Chile, de paso al Perú, donde eran llevados para trabajar los campos de algodón. Ellos atravesaban el océano Atlántico y desembarcaban en el puerto de Buenos Aires, (evitando la vuelta por el estrecho de Magallanes) para después cruzar la cordillera y llegar a la ciudad de Los Andes, desde donde eran enviados a descansar al valle de Quillota y luego embarcarlos desde Valparaíso al puerto del Callao.
En ese descanso para reponer fuerzas, ellos mostraron un baile que terminó echando raíces. Un baile libre y expresivo, que llamó poderosamente la atención de los conservadores habitantes de nuestra zona. Se trataba del “lariate”, que se bailaba con guitarreo y con palmoteos, en círculos, con mucha animación.
Del “lariate” encontramos una descripción en los relatos de viaje del francés Julian Mellet, que visitó Quillota en 1780. Esta es su visión de la ciudad y su gente: “Los habitantes son afables y muy inclinados a las diversiones, aman mucho la música y tocan muy bien la guitarra, su instrumento favorito, pero también tienen pasión por la danza, que ejecutan con gracia y ligereza; pero tienen una pasión irresistible por la bebida”. Como se puede ver, pocos cambios en nuestra zona.
Mellet es además quien describe la forma del baile, señalando que “los hombres se colocan frente a las mujeres y los espectadores forman un círculo alrededor de los bailadores y tocadores”, que uno canta y comienzan los palmoteos, que luego saltan, giran y se mueven hacia delante y atrás, que además dan varias vueltas, se golpean el vientre y se dan besos sin perder la cadencia. Mellet agrega: “Se asombrarían en Francia con un baile tan indecente, en que además es de regla beber vino, aguardiente y otros licores y también fumar cigarrillos”.
Queda claro que la descripción del viajero nos muestra los orígenes de la cueca, un baile que con el paso del tiempo fue tomando el ritmo y la métrica que hoy conocemos, pero cuyas raíces tienen mucho de baile de esclavos negros gozadores, que luchan por conquistar a la mujer que tienen al frente mientras bailan.