Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”
Nadie sabe cómo la Patria se va acunando en nuestro pecho desde que somos muy chicos. La Patria es como la suma de imágenes, sensaciones, paisajes, colores, palabras, historias, todo como en un cóctel reunido, pero servido en distintas épocas de la vida.
Cada uno tiene su propia Patria. No hay un Chile que nos sea igual para todos, por el contrario, nada puede y debe ser tan desigual como la Patria que nos han ido entregando y que nosotros terminamos de forjar. Mucho de los padres y abuelos, mucho de las primeras calles, de las primeras sensaciones de ciudadanos, de empezar a saber y sentir que somos de un lugar único en el planeta y que ese espacio fue el que nos recibió para nacer y crecer.
Frente a sucesos especiales, como un terremoto, una victoria deportiva, un plebiscito constitucional, nos parece que fuéramos más chilenos. Entonces todo se pinta tricolor y la bandera toma sentido y propiedad en nosotros.
Hay estampas muy típicas que no podemos abandonar. El rodeo acampado, la cordillera inmensa, el mar infinito, las ramadas revoltosas, los campos plantados, la bandera flameando, la gente de distintos lugares, y hasta un volantín trepando hacia a las nubes.
Aunque debemos reconocer que septiembre es el mes más chileno, el país se expresa en nosotros todo el año, a través de muy diferentes manifestaciones. La bandera, por ejemplo, tan sagrada para los uniformados, es también el símbolo que usan los que marchan en protestas, los que están en una toma, los que inauguran una casa o galpón. Todos, por una u otra razón, levantamos nuestra bandera.
Los políticos con todos sus elementos partidistas, se han dedicado más a dividir que a juntar. Por algo los partidos se llaman partidos, porque parten o dividen a la sociedad en pedazos. Generalmente la política produce también una especial intensidad de Chile. Los héroes de la Independencia, Balmaceda y Allende, presidentes suicidados en el ejercicio de sus altos cargos, los miles de muertos que cargamos en la Guerra del Pacífico, la revolución del 91 y el Golpe militar del 73. Todos muertos que parecía se la estaban jugando por un Chile mejor, pero que terminaron sepultados y olvidados en tumbas varias.
Hay una Patria histórica, compuesta por todos esos personajes que nos ayudaron a tener un país libre y soberano. El buena gente de Bernardo O’Higgins, el revolucionario José Miguel Carrera, el intrépido Manuel Rodríguez, el inteligente José de San Martín, el aventurero Lord Cochrane, el despejado Camilo Henríquez, todos ellos y muchísimos más nos legaron la Patria que tenemos y disfrutamos hoy.
Hay, sin embargo, una Patria que a mí me gusta mucho. La que llamamos Patria Chica, la de nuestra ciudad, la pequeña y maravillosa patria que hemos ido descubriendo a medida que crecemos. Una patria que tiene las murallas de nuestra casa, que después se amplía con el colegio y la plaza, una patria que está compuesta de puros afectos lindos, de paseos en familia, de alegrías de niños, de preciosos amores juveniles. Y después, esa misma Patria (para los que tuvimos la suerte de alcanzarla en nuestro espíritu) crece y se transforma en la Patria Grande, donde la compartimos con el resto de nuestros conciudadanos.
¿Cómo es su Patria Chica?
Imagen Freepik