Ariel Muñoz, geógrafo PUCV: “Si no cuidamos la nieve, no estamos cuidando el agua”

Publicado el at 15/10/2021
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El académico del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso habla de la escasez hídrica y cómo abordarla para un uso más equitativo del recurso, en conversación con “El Observador” en el tercer capítulo del ciclo de entrevistas “¿Cómo enfrentar la crisis climática?”

El informe emitido en agosto del 2021 por el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas fue categórico. Según los expertos, las consecuencias del cambio climático, actualmente, son irreversibles.

Sin embargo, ¿qué tan desalentador es el panorama? El docente del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), Ariel Muñoz, abordó esta temática, ampliando la mirada hacia la escasez hídrica, consecuencia directa de estas variaciones del clima. Esto, en el tercer capítulo de “¿Cómo enfrentar la Crisis Climática? Ciclo de conversaciones de El Observador con expertos PUCV”.

-En líneas generales, ¿sobre qué advierte este informe de la ONU?

“Se puede decir que en algún momento teníamos dudas, hace algunas décadas, sobre si el cambio climático era o no una situación acotada, de un período. Pero hoy ya sabemos que es algo que está afectando a todo el planeta y, gracias al informe del IPCC, sabemos que los efectos van a permanecer por mucho tiempo. Eso parece ser lo más dramático, porque siempre pensamos que esto podría recuperarse rápido, pero ya sabemos que es tal el nivel de impacto que no podría ser de esa manera.

-¿Qué significa e esto del “no retorno”?

“La ‘no vuelta atrás’ tiene que ver con la cantidad de emisiones, de contaminantes que hemos incorporado a la atmósfera, que tienen una vida media bastante prolongada, que van a permanecer mucho tiempo ahí. Por otro lado, con lo que llamamos los límites planetarios. Es decir, hasta qué punto estamos interviniendo o cuánto es lo que consumimos, respecto de cuánto se produce y renueva en la Tierra. En eso también estamos en un balance negativo. Entonces, aun cuando dejemos de emitir hoy, esto va a continuar por mucho tiempo. La única manera en que se pueda reducir esta carga de contaminación es frenando este efecto humano en el clima. Habría que reducir dramáticamente las emisiones, de forma muy abrupta, a escala global. Y eso tiene que ver con el transporte, la energía, el estilo de vida, las inversiones a nivel país, etcétera”.

-Aquí siempre se genera el debate que quién contamina más, si las empresas o la ciudadanía y si vale la pena o no cambiar hábitos. ¿Qué visión tiene al respecto?

“En realidad, a veces nos dejamos llevar por una sensación de como que alguien más tiene que actuar antes que lo hagamos nosotros o que nuestro aporte no es tan importante, porque es muy pequeñito al lado del impacto que pueden generar las industrias. O sea, todos juegan un rol desde distintas perspectivas y esto no es la excepción. Para poder enfrentar la crisis climática, no sólo necesitamos que quienes contaminan más, contaminen menos, sino también que con nuestras decisiones de consumo también incentivamos o desincentivamos a algunas de las industrias que nosotros mismos esperamos que cambien, para después cambiar nosotros. En ese sentido, parece un círculo, donde es extremadamente relevante tomar acción, porque al final, cuando muchos pensamos de una manera, podemos también sugerir que esos cambios sean abordados en una política pública”.

-Entonces, ¿cómo generamos un desarrollo que deje conforme a todos los sectores? Que permita el desarrollo productivo e impacte lo menos posible el entorno.

“Creo que hemos errado el camino siempre con la planificación, que ha sido tan centralizada en nuestro país y, por otro lado, sin involucrar en la participación en procesos que tienen que durar más tiempo. Eso es algo que no significa que el proyecto va a ir lento, sino que hay que iniciarlo antes, para realizar el trabajo con la comunidad, el trabajo social, el trabajo de comprender cómo funcionan los sistemas socio-ecológicos para hacer planificaciones más efectivas. Nuestra legislación todavía es muy poco moderna en incorporar herramientas de participación ciudadana, en la discusión de trámites legislativos con amplia participación. Hay quienes han vuelto al tipo de soluciones que están mayormente inspiradas en la naturaleza. Mientras más avanzamos en tecnología, también más nos damos cuenta de cuánto carecemos de conocimiento de nuestro entendimiento ecológico y de la comprensión de los procesos ecosistémicos”.

-Usted plantea que la legislación chilena está atrasada. ¿Alguna experiencia internacional que pueda dar como referencia?

“Acá no se trata de copiar una legislación de un país, que siempre tendrá en ella los componen culturales propios de ese territorio. Dicho eso, sí hay legislaciones más avanzadas. Un ejemplo son las termoeléctricas, que se instalaron en los años 60 y 70 y nuestra legislación ambiental parte recién a mediados de los 90. Entonces, tenemos un desfase en todo lo que fue esta producción tecnológica, que un momento significaba progreso, pero ya hacia los 2000 ha significado un deterioro ambiental, enfermedades, etcétera. Otro ejemplo, pero internacional. Las legislaciones de Perú y Argentina son mucho más avanzadas que la nuestra en cuanto a proteger el ambiente glaciar y peri glaciar. Y ahí es donde están las fuentes de agua estratégicas. Cuando miras los caudales de los ríos en Chile central y miras la cobertura de nieve que cae cada año, es casi dos gráficos idénticos. Los ríos en gran parte provienen de la nieve y, si nosotros no cuidamos esos ambientes, no estamos cuidando el agua”.

-Parece haber consenso en todos los actores de la sociedad sobre la importancia de cuidar el agua, entre líderes sociales, políticos, etcétera. Esto hace pensar que sería sencillo acordar soluciones, pero la crisis hídrica está lejos de ser resuelta. ¿Qué hemos hecho mal que no avanzamos?

“Otra vez, la legislación. Tenemos un clima con muy pocas precipitaciones y, por otro lado, un territorio con una demanda hídrica tremenda. Esto tiene que ver con no haber planificado el acceso al agua, es decir, el Código de Aguas tuvo que haberse hecho de una manera distinta a cómo operó: haber conocido bien el balance hídrico de cada cuenca, cuánta agua tengo, cuánta agua ingresa, cuánta agua sale y si cambia esto en el tiempo, para luego repartir el agua. Siempre con criterios que tengan que ver con la equidad territorial de los distintos usos que queremos darle –como sociedad- a los territorios”.

–  Pero un cambio podría verse como una amenaza a quienes ya tienen sus derechos asignados…

“Hay que hacer esa modificación y creo que las políticas públicas deben ser duras en ese sentido y aquello que el Estado otorgó, creo que también tiene derecho de quitarlo”.

-Al revisar toda esta conversación, parece que estamos en un escenario desalentador. ¿Nos queda tiempo para que el cambio se produzca?

“Sería un mensaje equivocado decir que no. El objetivo de estos informes es alertarnos, decirnos que no basta con tratados internacionales que reduzcan emisiones en 50 años, lo necesitamos ya. Tenemos que parar la deforestación, tenemos que modificar los usos de agua ahora. Ya hay estudios que indican que adaptar el país es mucho más económico que terminar pagando los costos por no hacer nada”.

Revisa aquí la entrevista completa al académico PUCV:

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