Cuando en la capital regional coinciden casi perfectamente las intenciones de grandes empresas con las del gobierno de turno, hay que estar atentos, porque podríamos recibir algún gol de media cancha, sin mucha capacidad de reacción.
Un nuevo ejemplo de esto lo hemos visto en el intendente regional, Gabriel Aldoney, quien como buen ingeniero, tiene un plan, fundamentado en una parte de la Estrategia de Desarrollo Regional y cruzada con la agenda de crecimiento económicos del Ejecutivo. Desde la mirada del gobierno central, es un plan noble, pero que pone en evidencia el tratamiento de nuestros territorios como un patio trasero del Gran Valparaíso.
Hace unas semanas, el jefe regional pidió el pronunciamiento del Consejo Regional para presentar un oficio del Gobierno Regional (perdón por el “cantinfleo”, pero así funciona el sistema) para opinar sobre la Evaluación Ambiental de un proyecto de Inmobiliaria Las Salinas, que usará el enorme terreno donde antes funcionaban las petroleras de empresas Copec, en Viña del Mar.
En medio de ese debate y tras la exposición del proyecto, se supo que las arenas con trazas de hidrocarburos deben sacarse del lugar, para edificar sin riesgos la infraestructura donde cientos de personas vivirán, comprarán y se divertirán.
Grande fue la sorpresa cuando se conoció que esas arenas no se quedarían en Viña, sino en el “patio de atrás”, pues quieren enviarse a los rellenos sanitarios de Quillota y San Felipe y a un recinto de Valparaíso.
Ni una pizca de arena se quedaría en la Ciudad Jardín.
Cualquier oposición total o parcial al proyecto debe considerar que no será fácil contraatacar, cuando hay tanto efecto económico en juego”.
El CORE rechazó el oficio. Paralelamente, las alertas ya estaban encendidas en San Felipe, donde este plan se conoció mucho antes. Lenta ha sido la reacción en Quillota, que se mueve poco con estos temas.
Así las cosas, toda reacción debe considerar un elemento del que se ha hablado poco y puede ser crucial: el incuestionable impacto económico del proyecto.
La razón de mi advertencia radica en una pequeña -pero significativa- publicación hecha en un medio porteño, donde cuenta que expertos geógrafos y economistas de la Universidad Adolfo Ibáñez proyectaron el valor de la iniciativa de Inmobiliaria Las Salinas (ligada a Copec) en 22 mil millones de dólares, una vez que esté construida. En la práctica, esto se traduciría en 40 mil empleos en 8 años; a razón de 5 mil por año.
La cifra es atractiva para cualquier intendente y autoridad económica, pues abre oportunidades inmejorables para mejorar índices de empleo que en la región siempre han sido inestables.
Por eso, cualquier oposición total o parcial al proyecto debe considerar que no será fácil contraatacar, cuando hay tanto efecto económico en juego.
Ya vimos cómo se aprobó una termoeléctrica en Limache, tras una evaluación ambiental llena de procesos que aún son materia de debate en tribunales. Pero en ese caso, estábamos frente a un proyecto clave para la estrategia energética del país, pero con un impacto temporal y leve en el bolsillo regional. No así el de Las Salinas, cuya influencia en los números regionales es directa. En eso radica su poder.
Por esta razón, si queremos impedir que nos vuelvan a tratar como “patio trasero”, estamos obligados a una reacción inteligente y propositiva.