Héctor Ramón Calderón Núñez, de 88 años, era el responsable de los mejores arrollados y costillares de Aconcagua
PUTAENDO.- Putaendo está de duelo y la familia de la gastronomía local también. Y es que el miércoles, a la edad de 88 años, falleció Héctor Ramón Calderón Núñez, conocido como “El Manchao”, un verdadero ícono de la gastronomía local que con sus preparaciones de arrollados y costillares cautivó y deleitó a todos los que llegaban a su negocio ubicado en la población San Antonio, donde además tenía su casa.
El pesar ha sido enorme, porque por más de 50 años Héctor Ramón Calderón atendió su local y compartió con todas las personas que llegaban hasta ahí. Alrededor de un fogón, tiraba un costillar a la parrilla para compartir con sus clientes.
Angélica Muñoz Calderón, de 66 años, es su sobrina y fue una de las personas que más compartió con él. Además de reconocerlo como un padre, contó parte de la historia de su tío y el legado que dejó en Aconcagua.
“Hace muchos años que él trabajaba en su carnicería; a mi tío le enseñó don Alfredo Ortiz, hermano del dueño de La Palmera. Él desde los nueve años trabajó, no sabía hacer otra cosa. Se fue trabajando, nos costaba un mundo poder sacarlo, llevarlo a la playa o algo así”, repasó Angélica.
Tal fue su pasión y dedicación al trabajo, que incluso le daba fuerzas para ganarle a todo. “Él tuvo enfermedades muy drásticas, como un cáncer linfático y le ganó la batalla por su trabajo. Decía que el trabajo lo iba a sanar. Era entregado a toda la comunidad, por ejemplo, cuando fallecía alguien era el primero en estar ahí y ayudar con lo que podía”.
Además de reconocer que el conocido comerciante putaendino les enseñó y apoyó en todo momento, Angélica Muñoz recordó que su tío “no tenía esposa ni hijos, sus sobrinos éramos su familia. Yo llevo 40 años viviendo con él, era el último que quedaba de once hermanos. Fue siempre muy generoso, siempre lo destaqué por eso y la gente también lo hacía, yo creo que por eso es tan querido”.
Un hombre que, al igual que con sus recursos económicos, fue generosos en las enseñanzas, al punto que legó su trabajo, contó su sobrina: “decidió enseñarnos, ha sido una obra en donde nosotros aprendimos a trabajar. Si bien él dejó hace más o menos nueve meses de atender su negocio producto de sus enfermedades, nosotros seguimos con ese legado, incluso hasta un día antes de fallecer él me pidió que no dejáramos el negocio”, indicó su sobrina.
SU APODO
Don Héctor era conocido cariñosamente como “El Manchao´”, producto una mancha en su cara. El hecho incluso provocó que su sobrina le cambiara el nombre al local. “El negocio tenía el nombre Santa Clara en honor a su madre, y nosotros le pusimos El Manchao, porque así lo conoce la gente. Acá el fuerte era el aliño, los sabores que le entregaba a las carnes, al costillar, al arrollado, esos eran los famosos”.
Con la partida de “El Manchao´” se va una tradición culinaria de Putaendo y Aconcagua en general, sin embargo, su sobrina será la encargada de seguir con esta verdadera tradición culinaria. “No me gustaría que esto se acabara, yo llevo trabajando con él 45 años, me crié con ellos, formé una familia y él era mi papá. Todo lo que aprendí de él queremos seguir manteniéndolo”.
Un hombre querido, aferrado a las tradiciones y a la forma de su negocio, que incluso se resistió a los cambios, dice Angélica, pues “como hace cinco años que tuvimos que cambiar la estructura y a él le dolió dejar eso, dejar de cocer a leña, que la gente viniera y se sentara a conversar, a comprar, ahora debió estar detrás de una vitrina y enrejado porque lo asaltaron dos veces”.
Pero fue personaje. Hasta apareció en Mega entrevistado por José Luis Repenning. “Eso queda en la retina, en el recuerdo de un personaje que quizás no tuvo educación ni escuela que le enseñara, fue todo por imaginación y amor al trabajo y por brindarle un producto de calidad a su querido Putaendo”, cerró emocionada Angélica Muñoz.