Por Roberto Silva Bijit
Fundador de “El Observador”
Ya se ha transformado en una mala historia repetida. Cada fin de año tenemos que lamentar muertes en accidentes por manejos bajo los efectos del alcohol o las drogas.
El aumento en la penalidad para los responsables no ha sido suficiente, los desastres siguen ocurriendo. Manejar ebrio y matar es considerado un crimen, sin embargo, tenemos las carreteras todavía con mucha gente que va zigzagueando, camino a su casa a altas horas de la madrugada. Es más, la noche de Año Nuevo hubo dos volcamientos en los que los conductores desaparecieron, dejando botados sus vehículos y fugándose para esconder alguna condición que los complicaba.
Lo que pasó el fin de semana en nuestra zona es una tragedia de proporciones, ya que una persona que pierde el control de sí mismo, toma su auto, lo maneja contra el tránsito en plena carretera, por cerca de 15 kilómetros, choca en minutos a tres vehículos hasta terminar muerto, aplastado contra el último auto al que impacta de frente.
La huella de sangre que deja representa toda su irresponsabilidad en la conducción, demostrando que no estaba dispuesto a detenerse ante nada. Se pasa de una vía a otra en plena carretera, chocando y aplastando la barrera y sigue adelante. Choca a un primer auto y sigue acelerando. El terror que deben haber vivido muchos conductores que esa noche lo vieron avanzar por la carretera en contra del tránsito debe haber sido muy grande. Iba arrancando después de haber chocado y para que no lo pillaran, seguía aumentando su velocidad.
Finalmente, choca a un segundo auto y sigue sin detenerse hasta chocar el tercer auto y causar la horrible tragedia: 3 muertos y 9 heridos graves.
Frente a toda esta delicada situación, que causó conmoción pública, hubo muy poca información oficial, ya que nadie entregó formalmente el nombre ni los antecedentes del conductor. Tampoco nadie señaló si iba ebrio o bajo los efectos de alguna droga, o si por el contrario, iba sano. Nadie dijo nada, ninguna autoridad ni gubernamental, ni policial ni judicial. La opinión pública quedó suponiendo situaciones, tratando de explicarse algo que debió haber sido dicho con todas sus letras.
Los reporteros de “El Observador” lograron reconstruir la historia de amistad y cariño que hay detrás de la tragedia, pero tuvieron que vencer muchos obstáculos para poder informar en forma responsable lo ocurrido.
No es sano para una sociedad que frente a sucesos tan dolorosos y violentos, no se entregue ni una sola línea para aclarar lo que sucedió esa noche, que encendió las alertas y el dolor de tanta gente.
Esperemos que en los próximos días podamos tener toda la información necesaria para poder informar libremente las causas de este accidente, tanto para que las familias afectadas puedan actuar ante la justicia como para que la opinión pública de la zona sea respetada.
En todo caso, siempre será necesario aumentar los controles en fechas donde ya se sabe que tendremos problemas en la carretera con conductores ebrios, drogados o afectados por cualquier otro tema.