Cristian Youlton, Director Escuela de Recursos Naturales Duoc UC Valparaíso
Según datos del Banco Central de Chile, la actividad agropecuaria de la Región de Valparaíso aporta apenas un 4% del PIB regional, pero representa un 11% del PIB agrícola nacional. Esta baja proporción en las actividades económicas regionales se contraponen con el paisaje agrícola de la Región, de 506.860 hectáreas según el último Censo Agropecuario disponible (2007). Según los últimos datos disponibles en ODEPA, la vocación agrícola de la región está orientada a la producción frutal, que representa el 70% de la superficie cultivada, asociada a una agroindustria dirigida a la exportación.
14% del área cultivada son viñedos para la elaboración de vinos (principalmente blancos), y 12% para hortalizas, usualmente producidas por pequeños agricultores con destino de mercado interno.
La agricultura regional se desarrolla en una zona de transición desde el régimen semiárido de la zona norte del país, confiriéndole una alta dependencia y sensibilidad a las variaciones climáticas. Es así como la megasequía del último decenio ha obligado a la reducción de la superficie cultivada. Para hacer frente a esta restricción, se ha debido mejorar la eficiencia de riego mediante la implementación de sistemas presurizados como goteo o microaspersión. Con lo cual el 60% de la superficie regada regional tiene un sistema presurizado, alcanzando el 88% para el caso de frutales.
Con estos datos a la vista, se entiende que la actividad agrícola de la región es una industria altamente competitiva que requiere el perfeccionamiento constante de sus procesos. Esta optimización demanda a su vez, una mayor profesionalización de todos los actores involucrados en la cadena productiva. La imagen del agricultor que abre y cierra surcos de riego con su pala ha sido reemplazada por un técnico que visualiza la humedad del suelo en su celular, y que puede operar el sistema de riego de forma remota.
La aplicación de agroquímicos para el control de plagas y enfermedades se realiza de forma racional tras un monitoreo continuo del huerto, y ya no de forma preventiva (innecesariamente en ocasiones). Ya no basta simplemente con cosechar cuando la fruta parece estar madura, sino que se determina el momento óptimo de cosecha según parámetros analíticos como concentración de azúcar o aceite, lo que debe ser determinado a nivel de huerto, e incluso, a nivel de cuartel dentro del huerto. La cadena de postcosecha también toma relevancia para poder llegar a mercado de destino con un producto de buena calidad.
De lo anterior se desprende que se requiere de personas altamente capacitadas para trabajar el campo, en tiempos donde la agricultura está adoptando las nuevas tecnologías de la información para mejorar su gestión en un escenario cambiante. Es así como el técnico profesional tiene un rol cada vez más preponderante para la optimización y modernización de la actividad agropecuaria regional y nacional. Es en este punto donde destaca la importancia vital y reconocimiento de las instituciones de formación de técnicos agrícolas, desde los múltiples liceos agrícolas distribuidos en toda la región, hasta los centros de formación técnica e institutos profesionales. Son estas instituciones quienes forman a los técnicos que continuarán la maratón agrícola, que lleva más de 10.000 años de historia.