Adiós, Germancito

Publicado el at 10:06 am
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Miguel Núñez Mercado

No creo que La Calera pueda volver a ser lo que era sin la querida presencia de Germán Astudillo. No en vano, él mantenía en sus sesos una ciudad en la que sólo él vivía. Allí los muertos gozaban de perfecta salud en su memoria y armaban las barreras ante un tiro libre en contra de Unión La Calera o salvaban a los “rojos”, desviando la pelota justo en el minuto final del partido.

Así conocí y, por lo menos, para mí, así era, Germancito. Un ser que vivía en el limite exacto del presente y de la historia. En sus relatos -que eran poesía de alto vuelo- jugaban personajes que no habían pisado en toda su vida una cancha de fútbol y que hacía mucho tiempo estaban bajo tierra.

Nicolás Chahuán, quien fue arquero, sacaba la pelota al tiro de esquina o atajaba un penal en los descuentos; ponía a todos los difuntos altos que habían vivido, en cualquier tiempo, en la ciudad, Juanito Orlandini, Gastón León, Emilio Chahuán, “El Caminante” Riquelme cuando el tiro libre era peligroso para los “rojos” y el delantero contrario le pegaba bien al balón por arriba.

Amaba esos relatos desmesurados de Germán Astudillo y ese amor furibundo que él tenía por el fútbol y Unión La Calera. Yo contaba en el diario esas anécdotas, de los muertos que salían de sus tumbas los domingos de futbol. El escritor Carlos Leppe, desde California, me pedía que le confesara si yo estaba viviendo en Macondo o Comala.

El no sabía que existía un mundo como el de Germán Astudillo, ni menos dónde quedaba La Calera ni quién era el imaginativo relator de las hazañas domingueras de los “rojos”.

Alguna vez cruzó, de rodillas, toda la cancha calerana, porque el equipo de sus pasiones había subido de división. Otra vez puteó, en plena trasmisión radial, a un árbitro que tenía un nombre florido y que había pitado un cobro que a Germancito no le parecía.

Hasta el Padre Pedro, jugaba a la pelota en los relatos de Germán Astudillo. El santo sacerdote bajaba de las graderías, sólo por gusto y ganas del relator, y cuando se necesitaba de algún milagro en la cancha.

No será igual La Calera sin la presencia de Germán Andrés Astudillo Olivares. (Decía que era Astudillo Olivares, porque no permitía a nadie que le sacara la madre). Tampoco será igual una partida de billar o una cazuela en “El Rincón”, su restaurante de calle Carrera o una conversación que partía con un beso a todo el mundo.

Tampoco será igual la política en la ciudad, pues por la sangre de Germán Andrés Astudillo Olivares también corría esa vocación de “administrar la poli”. En sus genes estaba marcado a fuego el ADN de su abuelo, el recordado ex alcalde de La Calera, don Blas Olivares.

Germán Andrés Astudillo Olivares, puede contar que las hizo todas por estos lados. Fue, humorista; animador; poético relator de fútbol; campeón de billar; basquetbolista; récord mundial en expulsiones de Facebook; defensor de Unión La Calera en el “Show de Goles”; ex administrador del Estadio Municipal, empresario gastronómico; panelista de Tribuna Deportiva en La Calera Radio, y unas cuántas cosas más.

También dictó cátedra en las arenas de la política. Le fue como “las tristes” por culpa de las maquinarias de los partidos, pero dejó claro a los caleranos cómo debe efectuarse una candidatura a un cargo público. Sin herir, sin molestar y sin encontrar sólo “la paja o la viga en el ojo ajeno”.

Aparte de asumir, con bastante seriedad, su propuesta política sobre temas importantes de la ciudad, mantuvo siempre su natural sentido del humor y su reconocida condición de calerano hasta los tuétanos.

Germán Astudillo le quitó gravedad a la reñida contienda política y, le sacó bastante partido a sus fortalezas y sus debilidades, y supo plasmar, en su publicidad, el verdadero espíritu calerano. “Para ser concejal, hay que tener cabeza”.

Aparte de pintar caritas de payasos a los niños, elevar globos con emociones y contar chistes a sus electores, hablaba, en sus pequeños afiches, de “un festival de ilusiones y esperanzas”, donde aparecía el candidato vestido, elegantemente -con la Raquel Argandoña al lado- como animador de algún espectáculo.

Había otro, donde Germán Andrés Astudillo Olivares, junto a una mesa de billar, advertía: que “las esperanzas no son un juego”; o en la publicidad de Radio “La Calera”, relataba un partido de los “rojos” caleranos, donde señalaba: “Germán Astudillo, siempre atento a la jugada”.

También -y esto quizás lo hizo pasar a la posteridad en su breve paso por las lides de la publicidad política- supo plasmar, en su favor, el grito más calerano de todos. El del vendedor de Mote con Huesillos, que transformó en un recordado e insuperable “¡Vote por Astudillo!”.

No sé qué será ahora de La Calera sin Germán Astudillo. Me han dicho que ha muerto, hace un rato, y es para no creerlo. Yo, que veo las cosas al estilo de Germancito, creo que la muerte es sólo una frontera entre el presente y el olvido. Un instante de magia que él vivió toda su vida y que, ahora, recién hizo cierto.

Estoy convencido que sólo debe haber ido, por otras canchas por unos días, para preparar los milagros que necesitan los “rojos” para las próximas contiendas internacionales.

Quizás debe estar haciendo maravillosas carambolas con las estrellas o contando chistes a los Santos y a los Ángeles y, obviamente, narrando hazañas ciertas o inverosímiles de esas que sólo ocurren en La Calera, según la magia de Germán Andrés Astudillo Olivares.

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