Pedro Acosta se sienta afuera de su casa y la gente lo observa maravillada
LA LIGUA.- Todas las mañanas, al enfilar por la calle Luis Cruz Martínez, que pasa por el sector de La Isla en La Ligua, se puede ver en el patio de una de las casas de ese barrio a Pedro Leonidas Acosta, de 95 años, preparando la mesa para colocar los materiales con los que trabajará haciendo sus volantines, recordando una tradición característica del país.
Pedro nació en La Ligua. Al pasar el tiempo, comenzó a trabajar en diferentes rubros, pero nunca dejó de lado una de sus pasiones: la de confeccionar volantines a la manera tradicional, labor que desarrolló desde joven. Contrajo matrimonio con Raquel Delgado Delgado, con quien tuvo cuatro hijos, en una relación que se ha extendido por más de 65 años.
Quizás por su edad, a Pedro no le gusta hablar mucho con las personas, por lo que solamente saluda y de manera sonriente mientras dispone con sus propias manos el papel sobre la mesa, prepara las varillas y aplica el pegamento para comenzar a confeccionar sus volantines. Su esposa Raquel comenta que, “yo lo conocí cuando era joven y ya hacía volantines, pero ahora sigue haciéndolo porque le permite estar activo y le agrada mucho estar trabajando, más cuando hay sol, que le da vida”.
Es justamente esta actividad la que provoca la curiosidad de las personas que transitan por la calle y que no sólo los hace detenerse pues, incluso, se detienen a observar a Pedro y a intercambiar algunas palabras con él. A Raquel y a sus hijos -cuando están afuera de su casa- les preguntan la edad de Pedro, quedando atónitos por la habilidad que aún demuestra para confeccionar volantines.
Esta actividad, que lo hace sentirse vigente, llevó a que desde hace algunos años su familia comentara a comprarle los materiales -generalmente durante agosto- para que él comience a trabajar en este oficio que le permite recordar sus años mozos. Y a pesar de que eventualmente uno que otro volantín no le queda perfecto, Pedro sigue esforzándose de manera silenciosa para lograr cumplir su trabajo y así esperar a estudiantes y apoderados de colegios cercanos que compran sus creaciones.
“Le hace bien hacer sus volantines porque permanece activo”, comentó su esposa, contando además que el precio que pide es menor a $ 500 pesos.
Al retirarnos de su lado, su familia se despide y Pedro levanta la mano, dejando por un momento la varilla que estaba pegando, pero con la segura convicción de que su labor es apreciada y que continuará trabajando en esta tradición “dieciochera” hasta que el destino diga otra cosa.