A propósito de los Panamericanos en Quillota: el récord vigente del caballo Huaso

Publicado el at 06/10/2023
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A propósito de los Panamericanos en Quillota: el récord vigente del caballo Huaso

Restos del equino están sepultados en la Escuela de Caballería del Regimiento Granaderos.

QUILLOTA.- No es primera vez que el Regimiento Granaderos de San Isidro, en Quillota, es sede de una importante competencia internacional en el ámbito ecuestre. Previamente se han disputado distintas disciplinas en ese recinto, donde está la Escuela de Caballería que forma a los jinetes del Ejército de Chile.

Ahora son los Juegos Panamericanos, donde Quillota es la sede de las competencias ecuestres, con Salto ecuestre, Evento completo ecuestre y Adiestramiento. Serán días emocionantes en el Regimiento Granaderos.

En ese sitio descansan los restos de “Huaso”, el caballo con que el capitán Alberto Larraguibel Morales batió el récord mundial de salto alto, con 2,47 metros en la prueba del Concurso Hípico Internacional. Esta competencia no es parte de los Juegos Panamericanos, pero bien vale la pena recordar este hito nacional.

Récord mundial: Le quedaba un intento para lograr la gloria y lo consiguió

Fue un 5 de febrero, hace 74 años, que Chile logró su primer récord mundial de salto con el binomio de la antigua Escuela de Caballería de Quillota. Hasta hoy nadie lo ha podido superar.

Los seis mil asistentes, entre los que se encontraba el propio Presidente de la República, Gabriel González Videla, le tributaron una inolvidable ovación al glorioso binomio, compuesto por un jinete que era teniente de la Escuela de Caballería de Quillota y un caballo fina sangre de padres argentinos, al que le había ido mal en las pistas de los hipódromos.

Mural Caballo Huaso en Quillota
En Quillota, como preparación a los Juegos Panamericanos, se hizo un mural en homenaje a la hazaña del capitán Larraguibel y su caballo “Huaso”. La obra está en el Gimnasio del sector Corvi de Quillota y fue pintada por el colectivo Artoarte Murales.

Se sabe poco del salto a la gloria. La marca y poco más. La mayoría cree que fue una casualidad, cuando en verdad, fue todo un plan de trabajo organizado en Quillota por el mayor Rafael Montti, de la Escuela de Equitación del Ejército. Tres años antes, en 1946, decidió que Chile sería Campeón Mundial en Salto Alto. Para llevar a cabo su plan, eligió a los tenientes Alberto Larraguibel y Luis Riquelme, excelentes jinetes de la Escuela de Caballería de San Isidro. También eligió dos caballos que tuvieran características de campeones: “Huaso” que era atrevido y “Chileno” que era corajudo. En esta lista no podemos dejar fuera el ordenanza de Larraguibel, el soldado Julio González, que le brindó afectos y alegrías al caballo “Huaso”, al que cuidaba como si fuera su hijo.

El salto mismo es una historia fantástica, por la forma en que se preparan y la manera que se complementan jinete y caballo. Cada jinete tuvo con su caballo tres oportunidades. Riquelme perdió las tres. Larraguibel perdió las dos primeras y le quedaba solo una oportunidad para ingresar a la gloria. El capitán estaba parado ante la historia. Tenía 30 años y una vida en el mundo ecuestre.

El relato del jinete Alberto Larraguibel

Larraguibel cuenta el salto: “Esta es nuestra última oportunidad, Ahora o nunca, le dije a Huaso. Tomé el galope, hice la vuelta para iniciar el avance, oí el ya del mayor Montti, me uní a Huaso para hacer coincidir sus batidas (cada aire de galope) con el pique, avancé y comencé a impulsarlo cediendo con las manos las riendas. Huaso picó justo en el momento donde me lo había fijado para hacerlo, y en un accionar mágico de elasticidad, potencia, decisión y armonía, voló por el aire, salvando el obstáculo con cero falta. Por mi parte, fue como lanzar el corazón al otro lado del salto e ir a rescatarlo”.

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Larraguibel explicaba que saltó más alto todavía, ya que al saltar por el costado de la valla, superó los 2,52 y no los 2,47 que midieron al centro de la valla, donde la vara de eucalipto de 7,30 metros está arqueada. En todo caso hay que pensar que en el momento del salto, los ojos del teniente iban por sobre los cuatro metros y de allí al suelo, en una caída limpia, directa.

Cuando el caballo pone sus delanteras a tierra, pareciera que conectara los imaginarios parlantes del campo de salto, porque los asistentes pasan de un devoto y nervioso silencio, a una aplauso eufórico, con vítores y canto, mientras los oficiales que estaban al otro lado del obstáculo, levantaron en andas al jinete para ponerlo en el sitial mundial, del cual hasta hoy nadie lo ha podido bajar.

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