Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”
Para variar estamos atrasados. Somos un país que se demora demasiado en entender y asumir responsabilidades frente a los problemas sociales que estamos viviendo.
Cuando un grupo mapuche queme camiones frente a La Moneda, tal vez se produzca alguna reacción ante el terrorismo desatado de la zona sur. Cuando ya ningún joven de liceos públicos pueda ingresar a la universidad, tal vez se propongan una reforma a la educación. Cuando ya el autoimpuesto toque de queda amplíe sus horarios y tengamos las calles más vacías después de las seis de la tarde, tal vez busquen una solución para enfrentar a los delincuentes que actúan sobre seguro en una sociedad que no alcanza ni a detenerlos ni a castigarlos.
Ahora estamos frente al numerito del “Peso Pluma”, un cantante financiado por los grupos narcos mexicanos, que podría terminar actuando en el Festival de Viña del Mar, financiado por el gobierno de Chile y el impuesto que pagamos todos los chilenos.
Decir que se trata de un problema de libertad de expresión es una tontería. Nada justifica odas a la violencia, al consumo de drogas y a generar una admiración por los narcotraficantes. Chile tiene un problema muy grave con los narcos, sin embargo, actúa como si no lo tuviera. Es más, sin importarle el daño irreparable que se le causa a los jóvenes con cantantes que, entre medio de sus canciones, promueven el consumo de drogas o la admiración por delincuentes.
Hablemos claro. En México, “Peso Pluma” hace un año que ya fue prohibido. La alcaldesa de la ciudad de Tijuana, Montserrat Caballero, explicó que “la decisión de prohibir estos corridos tumbados es para cuidar la salud mental de los niños tijuanenses”. En mayo del 2023, Cancún prohibió los espectáculos públicos que “fomenten la violencia”. Dos meses después el municipio de Chihuahua votó por unanimidad multar los espectáculos públicos que promuevan la violencia. Incluso se fijó una multa de 70 mil dólares para los que canten en honor de los narcos y difundan la violencia y el consumo de drogas.
Esa es la realidad de México, país al que los narcos lo tienen podrido, pero nosotros en Chile creemos que tenemos que ser libertarios y asumimos que cualquiera puede cantar cualquier cosa.
Puntualmente, “Peso Pluma”, en su corrido tumbado (también conocidos como corridos bélicos), “El Gavilán”, el cantante de 24 años se presentó vestido de negro y con pasamontañas, y le cantó al público: “Soy de la gente del Chapo Guzmán”, sin ninguna vergüenza por señalar que forma parte de uno de los carteles más violentos y peligrosos de México.
El inteligente sociólogo chileno Alberto Mayol (al que Boric por envidias y otros recelos lo tiene fuera de su gobierno) fue muy claro en ser el primero en condenar la presencia del cantante en el Festival de Viña. Cuando le preguntaron sobre qué señal daba el gobierno al mantener al cantante en el evento, respondió: “La señal que se da es que, curiosamente, el dinero es más importante que los principios. Entiendo que el contrato se puede rescindir, pagando indemnización. Cuando me dicen que no se puede rescindir un contrato es porque, no sé, lo hizo Dios”. Y agregó: “Cuando estoy gastando mucha plata en combatir al narcotráfico y, al mismo tiempo, con recursos públicos, apoyo una expresión que sencillamente viene a ser una apología del narcotráfico… El Estado no puede invertir dinero en una cosa e invertir también en su contraria”.
Como telón de fondo, en todo este tema de los cantantes que promueven violencia, drogas, alcohol, uso de armas de fuego y armas cortantes, que expresan admiración por grandes narcos y llevan a los jóvenes a pensar que podrían ser millonarios como traficantes, se entiende que el gran daño terminará siendo a la ya alicaída educación chilena, donde miles de jóvenes recibirán -con respaldo del Estado- un mensaje equivocado.
Equivocado y punto.
Imagen redes sociales