Más allá de lo ocurrido durante el terremoto del 28 de marzo de 1965 y la destrucción del tranque de relaves, el desastre significó también el inicio de las normas de seguridad industriales y hasta la aparición de nuevo vocablos e instituciones.
REPORTAJES.- Cuando el conde y metalurgista francés Jean de Cantacuzene anunció que vendría a visitar el poblado minero de El Cobre, ubicado a los pies de la Cordillera de El Melón, hubo inquietud entre los directivos chilenos de la Compañía Minera D’M Zaita.
El noble descendiente de la familia de Bizancio, uno de cuyos miembros, Juan VI, reinó en el Imperio de Oriente durante el Siglo XIV, era uno de los principales inversionistas de la empresa francesa que operaba en los cerros de la Cordillera de El Melón.
La información -que refrendan otros testimonios y documentos- corresponde a una investigación del fallecido profesor y ex alcalde de Nogales, Manuel Aracena Gutiérrez, en su libro inédito “Reencuentro con la Historia de la Comuna: un Paisaje Humano”.
Según el recordado maestro, la visita anunciada hizo que “los administradores locales estimaran que había que hacer algunos cambios, para que el noble no viera el modesto campamento de adobes, maderas y latas que existía a los pies de la planta minera”.
El poblado es trasladado a los pies del tranque
“Por eso –según Manuel Aracena- sin pensarlo dos veces, se decidió trasladar el campamento, desde las cercanías de la Planta a los pies del Tranque de Relaves. Entonces, todo quedó distribuido en torno a esa contenida masa de millones de metros cúbicos de lodo y agua. A la misma altura del tranque había una cancha de fútbol y sobre ella otro campamento de adobes con sus modestos trabajadores. Sin embargo, bajo la colosal pared que aguantaba millones de metros cúbicos de lodo, quedó ubicado el nuevo campamento, construido en base a maderas, adobes, planchas de zinc y otras latas”.
Las obras de mejoramiento del poblado minero -que se alargaron por muchos meses- permitieron la llegada de centenares de personas que se dedicaron a los diversos trabajos. Muchos de ellos sin contar con identificación alguna.
Devastador terremoto
Al mediodía del 28 de marzo de 1965, aunque era día de descanso, aún había labores que terminar en el campamento. Aunque, a las 12 horas y 33 minutos de ese día -y por un minuto y 50 segundos- un terremoto sacudió a las entonces provincias de Coquimbo, Aconcagua, Valparaíso y Santiago.
El movimiento sísmico tuvo una magnitud de 7,6 en la Escala de Richter. Es el recuerdo más vivo que tienen los mineros que entonces trabajaban para la minera francesa D’M Zaita y que también habitaban pequeños campamentos en el cerro.
Hay cientos de emotivos testimonios que dan cuenta del terremoto, de la destrucción del Tranque de Relaves, de la descarga de miles de toneladas de lodo sobre el campamento de El Cobre y la muerte de una cantidad indeterminada de personas.

El tranque cedió
La versión oficial de los hechos indica que el problema más grave del terremoto ocurrió en el tranque de Relaves El Soldado, ubicado a 300 metros de altura, que se rompió a consecuencia del remezón. Sus turbulentas aguas, con fango, ácidos y residuos minerales bajaron en forma de aluvión, arrasando el poblado de sesenta a ochenta casas, con casi todos sus habitantes, animales y árboles.
Las aguas arrastraron gruesas capas de tierra, las mismas que luego se endurecieron y fueron la tumba de un pueblo que estaba compuesto de mineros y campesinos; los primeros trabajaban en el mineral El Soldado y la mayoría de los últimos en la hacienda El Melón; casi todo eran grupos familiares con dos o tres hijos. El poblado estaba formado por una calle larga principal, que bajaba desde la misma mina y varias calles transversales, polvorientas, cortadas por el estero El Cobre, afluente del estero El Sauce.
En el sector funcionaba un policlínico, un retén de Carabineros y una escuela primaria. El relave (que ya era el segundo) no tenía adecuados muros de contención y con el fin de evitar derrumbes, se habían dispuesto corridas de sacos en el frente.
Casi no quedó rastro del poblado minero
El volumen de la avalancha fue estimado en diez millones de metros cúbicos, que cubrió un área del valle de alrededor de ocho a diez kilómetros de largo y entre 200 y 500 metros de ancho; el espesor varió entre cinco metros, en la parte más alta, a dos metros a la altura del puente El Cobre, en la entonces carretera Panamericana.

Aparentemente, el aluvión se produjo inmediatamente después del primer remezón, ya que según las personas que habitaban las casas situadas en las cercanías del mencionado puente (ubicado a varios kilómetros de El Cobre), el frente de la corriente habría llegado al lugar alrededor de quince minutos después del sismo. Éste recorrió catorce kilómetros a una velocidad entre 35 y 50 kilómetros por hora. Luego de la avalancha, sólo las ramas de los árboles y una que otra madera de las casas sobresalían de la superficie de lodo, indicando que allí había existido un pueblo.
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Ardua búsqueda de los cuerpos
Las faenas de rescate de las víctimas fueron lentas, en medio de la angustia de los familiares de los que habían vivido en El Cobre, muchos de los cuales ayudaron a los ingenieros a organizar la operación de rescate, informándoles de la forma y ubicación que tenía el pueblo.
Se movilizó todo el personal de Carabineros y el Ejército de la Región para poder remover los cientos de toneladas de fango. También llegó el personal de Bomberos, de la Defensa Civil y ambulancia para auxiliar a los sobrevivientes, ya que en los primeros momentos no se pensó que el desastre había sido tan avasallador. No hubo más de diez supervivientes en el poblado y se rescataron sólo tres pavos y algunas sillas de montar.
La tarde del domingo del terremoto, esa noche y los días subsiguientes trabajaron las patrullas tratando de sacar los cadáveres del alud; fueron encontrados sólo treinta y cinco. El Presidente de la República (Eduardo Frei Montalva) llegó el lunes al lugar, y al conocer los detalles, determinó que había que establecer quienes eran los responsables de la catástrofe. Nunca se llegó a saber quiénes fueron los responsables. Tampoco la identidad de muchas de las víctimas.

Consecuencias políticas
Sin embargo, y pese a la enorme tragedia, para el ex alcalde de Nogales, Manuel Aracena Gutiérrez, – “este sismo hizo ver dolorosamente las carencias en seguridad existentes, hasta esa fecha, en las faenas de la minería. Y, también hizo ver cuánto faltaba por desarrollar en la ingeniería minera y otorgó conciencia de la seguridad que es necesaria en todo proceso laboral. Lo que sucedió en El Cobre, con todo el drama que significó para muchos trabajadores y sus familias de nuestra comuna, se convirtió en un hito en la historia de la prevención y seguridad en Chile“.
Tras este terremoto y lo ocurrido en el poblado minero de El Cobre, el Gobierno de Chile, por primera vez, instauró la facultad presidencial de determinar “Zonas de Catástrofes”. Se regularon las normas legales sobre “Muerte Presunta” y, se creó el concepto de “Damnificado”. También surgió la Oficina Nacional de Emergencias, Onemi, hoy convertida en Sernapred.
De lo que nunca se supo fue si el conde Jean de Cantacuzene concretó, alguna vez, su visita, por lo que se intentó traer de Francia al administrador y un gerente. Tampoco se supo más del abogado quillotano Rubén Cabezas Parés, quien encabezó una demanda contra los responsables. El profesional es uno de los muertos y desaparecidos en la masacre de quillotanos ejecutados por militares en enero de 1974.